Las familias ricas también están cada vez más interesadas en las inversiones ambientales y sostenibles. Esto lo dice John Kelley, un ejecutivo a nivel nacional de la Administración de Activos Especiales de Bank of America (SAM), grupo que administra más de 94.000 activos con un valor de 13.600 millones de dólares provenientes de particulares y de instituciones.
Según un reporte publicado por Bloomberg, la disminución de las tierras cultivables en el planeta, así como la creciente demanda mundial de alimentos, han llevado a un grupo de personas acaudaladas a invertir en tierras agrícolas.
“La gente tiene que comer, y lo que creemos sobre la naturaleza intrínseca de estos activos es que tienen un valor real y que persistirán con el tiempo”, puntualiza Kelley.
El proyecto busca la rentabilización de extensas áreas de bosques, desde Nueva Inglaterra hasta las Carolinas, por parte de personas con un patrimonio neto de al menos cien millones de dólares y un mínimo de diez millones de dólares para invertir. En paralelo, pretende que todos velen por la protección de estas reservas de la flora y la fauna.
Y para ello, estos ejecutivos que en otros tiempos laboraron en modernas oficinas neoyorkinas tienen que calzarse unas buenas botas y una ropa de campaña para visitar y mostrarles a sus clientes el producto que se les está ofreciendo.
Estas visitas al campo “tienen un efecto transformador de muchas maneras cuando realmente pueden verlo, sentirlo, tocarlo y, a veces en el caso de las tierras de cultivo, olerlo”, como enfatiza Kelley. “Es algo que va más allá de los números”, concluye.
En todo el país, el SAM dispone de 38 oficinas con especialistas en el terreno dedicados a mostrarles vastas extensiones de tierra a los clientes que estén dispuestos a apostar a largo plazo. Todos tienen un promedio de más de 15 años de experiencia en el sector. Lo interesante es que algunos, tras una larga carrera en el mundo de las finanzas, han decidido regresar al campo, donde nacieron y donde sus padres y abuelos pasaron todas sus vidas.
Entre estos se encuentra Tom Crowder, un exjugador de los Cowboys de Dallas, uno de los equipos más aclamados de la NFL, quien ahora organiza visita y promueve ventas a inversores interesados en terrenos forestales, granjas, ranchos, intereses energéticos o bienes raíces.
Es lo que el mercado llama ‘inversiones alternativas’ a largo plazo, capaces además de diversificar carteras compuestas principalmente de acciones y bonos, además de constituir una protección contra una eventual inflación.
Y no hablamos de un juego descabellado de niños. Según el índice del Consejo Nacional de Fiduciarios de Inversión en Bienes Raíces, los retornos para las zonas forestales alcanzaron un 3,2% en 2018, en comparación con el 2,4% en lo que va del año.
Este exfutbolista también instruye a sus clientes sobre la producción de madera, les advierte de la presencia de jabalíes y del peligro que entrañan para las plantaciones, pero también les recuerda que este tipo de propiedades se prestan para habilitar un muy rentable club de caza recreativa, que a fin de cuentas se convierte en otra fuente de ingresos.
Sin embargo, aquí las estadísticas para activos reales, como las ganancias previstas y las tasas de obstáculos, no corresponden a las métricas típicas de Wall Street. En algunos casos, el banco tiene que explicar a los inversionistas sofisticados que las inversiones podrían no funcionar para ellos.