Paul Schrader (Michigan, 1946), el guionista de Toro salvaje y Taxi Driver, ha sido este miércoles la única estrella del Festival Internacional de cine de Los Cabos (Baja California Sur), una sexta edición un tanto deslucida en esta ocasión, muy alejada del glamur de las anteriores. Schrader, en plena forma a sus casi 72 años y haciendo gala de un envidiable sentido del humor, decretó en un encuentro con periodistas, con el Mar de Cortés de fondo, la muerte del cine de Hollywood.
“Los estudios están muertos. Son casi dinosaurios. Google, Netflix, Apple son los que dominan ahora. Los dinosaurios hacen secuelas, películas de acción, pero no hay futuro. Creemos que Hollywood sigue existiendo, pero no”, afirmó el director de American Gigolo.
El cineasta recibe un homenaje por parte del certamen sudcaliforniano donde se exhiben su último filme First Reformed, un alegato sobre la vida, la muerte, el medio ambiente y el terrorismo con Ethan Hawke y Amanda Seyfried que cosechó aplausos en la reciente Mostra de Venecia, y Mishima, su biopic sobre el escritor japonés nunca estrenada en México. Michel Franco, el director mexicano mimado por Cannes, será el encargado de entregarle el premio.
En bermudas y micrófono en mano, Schrader habló sobre su película, que la revista Variety ha definido como “un testamento” (con sus obsesiones de siempre: el descenso a los infiernos, el sexo, la redención), y demostró que, a diferencia de la corrección política de muchos realizadores de hoy, él sigue por la senda del cine de autor, en plan vieja escuela y que no tiene pelos en la lengua.
Ser transgresor le ha costado al guionista favorito de Martin Scorsese tenérselas que ver con un sistema que ya no financia productos arriesgados ni “lentos” como a él le gusta definir su cine frente al cine “sintético”, palabra con la que alude a esas producciones que ahora invaden las pantallas en las que se resucitan a actores muertos o plagadas de efectos especiales.
“En realidad, no es que ahora sea más difícil rodar. La ventaja es que ahora con la democratización de la tecnología cualquiera puede hacer cine, todo se ha vuelto más barato. La contra es que con esta avalancha de productos es más difícil hacer dinero”, ha asegurado y, como ejemplo, ha citado YouTube, donde cada hora se suben ocho horas de material.
“Nada de lo que aprendimos en los últimos cien años es útil hoy”, aseguró con la rotundidad de quien ha firmado varios de los guiones más importantes del último medio siglo del cine.
Con esa mezcla de pesimismo y realismo, el veterano cineasta se ha referido a la amenaza del cambio climático que planea sobre su última película. “Es un filme responsable, es lo que yo quería hacer, es una película que no va a atraer a las masas. Pero me temo que para este asunto es demasiado tarde, nadie quiere oír y es básicamente lo que uno tendrá que decirle a sus nietos: ‘mala suerte'”, afirmó sin dejar de sonreír y aseguró que el ser humano será reemplazado por especies post-humanas.
Tras la polémica por la mala interpretación de unos comentarios en los que habría reprochado a Harvey Weinstein más su afán por recortar las películas en su calidad de productor que su comportamiento sexual, también se refirió a la ola de escándalos sexuales que azota el mundo del cine y a la larga lista de denuncias contra figuras del espectáculo como el propio Weinstein o Kevin Spacey.
“Aunque Hollywood esté plagado de gente bien parecida, no creo que tengan la exclusiva. Es un fenómeno global y las denuncias están alcanzando una dimensión épica, comparable a la revolución de la píldora y otros hitos. Es una especie de incendio, pero hay que tener cuidado también para que no se cometan excesos. El lugar de trabajo ya no volverá a ser el mismo. No hay marcha atrás”, zanjó.
El director y guionista cerró la conferencia de prensa con una broma a los presentes. “Ahora me pondré los pantalones largos para el homenaje”, un guiño de humor, quizá, para levantar el ánimo de una población costera golpeada desde hace un año por la narcoviolencia.