Un colorido cartel en los almacenes Gum muestra, entre tiendas de bolsos de lujo y pastelerías que ofrecen apetitosos macarons, el camino hacia el espacio de vacunación contra el coronavirus instalado en el famoso centro comercial en la Plaza Roja. Abre de 10.00 a 21.00. Sin cita previa. Igual que otra veintena de puntos móviles para recibir la Sputnik V en la capital —en teatros, grandes supermercados, restaurantes— creados para reforzar a las policlínicas de cada distrito. Las colas de los primeros días de enero, cuando regalaban un cono de helado y un primoroso certificado relleno a mano a cada vacunado, han desaparecido. Apenas cinco personas aguardan para recibir la inyección de la primera vacuna contra la covid-19 registrada en el mundo.
Mientras el Kremlin intensifica sus esfuerzos por promocionar en el exterior su principal vacuna contra el coronavirus, la campaña de inmunización no despega en Rusia (145 millones de habitantes). Pese a que se ha abierto ya a cualquier ciudadano ruso que lo desee (aunque por lo general no se vacuna a quien ha pasado la enfermedad en los últimos meses), solo el 3,23% de la población ha recibido las dos dosis del fármaco diseñado por el Instituto Gamaleya de Moscú y el 4,74%, la primera, según datos del Ministerio de Sanidad ruso; frente al más del 47% en el Reino Unido, un 30% en Estados Unidos o el 5,7% en Alemania, que ha anunciado este jueves que se plantea adquirir la Sputnik V, aprobada ya por casi 60 países —Argentina, México, Bielorrusia, Serbia, Hungría— pero que aún está en proceso de revisión de la Agencia Europea del Medicamento (EMA). Queda muy lejos de la intención anunciada por el Kremlin en enero de vacunar por completo a más de 20 millones de personas para finales de marzo.
Los medios estatales y el Fondo Ruso de Inversión Directa —el fondo soberano del país, que ha financiado los trabajos de la vacuna de Gamaleya y que se ocupa de los acuerdos de exportación—, radian con gran entusiasmo la firma de cada contrato, las nuevas aprobaciones y la llegada de las cajas con los lotes de la vacuna a países como San Marino o Bolivia.
Pero las bajas cifras de inmunización rusas han suscitado las suspicacias de expertos y altos funcionarios europeos, que se plantean por qué Rusia ofrece millones de dosis a la UE mientras su campaña de vacunación es lenta. Algunos sostienen que el Kremlin usa el fármaco como propaganda. No solo para volver a ocupar un puesto en primera línea en ciencia, como ha deseado desde hace años el presidente ruso, Vladímir Putin, sino también para impulsar su agenda política en un momento de grandes tensiones con Occidente.
Es una forma de influencia, cree Joanna Hosa, experta del think tank Consejo Europeo de Relaciones Exteriores: “Al venderla a tantos países como sea posible, Rusia quiere mejorar su posición en el mundo, su prestigio y utilizarla como herramienta diplomática”. Moscú está satisfecho, además, de las grietas que parecen estar creándose entre los países europeos (o regiones) que apuntan hacia comprar la vacuna rusa y los que no, dice Hosa: “Rusia lleva mucho tiempo implementando estrategias para debilitar a Occidente, y si la distribución de vacunas puede contribuir a esto, entonces es algo de lo que el Kremlin se puede aprovechar. Pero la discordia en la UE es más un efecto secundario bienvenido de la vacuna, no el objetivo final”. Moscú niega tajantemente haber usado su vacuna con fines políticos y ha acusado a sus críticos de rusofobia y de hacerle el juego a las grandes farmacéuticas.
Otras dudas apuntan a si Rusia podría cumplir lo que promete y cuándo. Desde el principio, el país euroasiático se ha enfrentado a problemas en la producción de la vacuna de Gamaleya, basada en el adenovirus del resfriado humano y que tiene un 90% de eficacia, según los datos publicados en la revista The Lancet.Hasta el 17 de marzo, produjo unos 20 millones de dosis y puso en circulación 8,9 millones de kits completos, según el Ministerio de Industria. Los problemas de fabricación del segundo componente de la vacuna y la falta de suministros de equipos de biotecnología lastraron el proceso que Moscú quiere acelerar ahora al sumar a otros laboratorios rusos para producir el fármaco y con la firma de contratos con India, Corea del Sur, Kazajistán o China.
Además, se retrasó el envío de dosis o componentes a Brasil o Argentina, por ejemplo. El cumplimiento de los contratos, apunta Ilya Yasny, jefe de investigación científica del fondo de inversión especializado Inbio Ventures, “va a la zaga”. Y la capacidad de producción es uno de los elementos que ha retrasado la vacunación en Rusia, asegura Yasni. El Kremlin ha prometido que se elaborarán 17 millones de kits mensuales desde este mes.
La desigual y escalonada llegada de la Sputnik V a las 84 regiones de Rusia, el país más grande del mundo, y la escasez en algunas provincias, llevó al presidente ruso a decidir retrasar su vacunación hasta que la disponibilidad del fármaco fuera mayor, según ha reconocido el Kremlin. Putin recibió la primera dosis el 23 de marzo. Pero frente a la costumbre de difundir sus días de pesca, baños en el lago, partidos de hockey o incluso la vacunación contra la gripe, esta vez no hubo imágenes. El líder ruso, de 68 años, tampoco ha querido aclarar cuál de las tres vacunas rusas (Moscú ha registrado otras dos) contra el coronavirus se ha puesto.
El gesto de Putin ha alimentado las dudas de una ciudadanía que tradicionalmente desconfía del Gobierno y del sistema de salud —falto de reformas— y ya de por sí muy escéptica, según los estudios. El 62% de los rusos asegura que no se vacunaría con la Sputnik V, según una encuesta del Centro Levada de Febrero, que también reveló reticencias hacia las vacunas en general. También las teorías de la conspiración han encontrado un nicho: dos tercios de los encuestados creen que el coronavirus es un arma biológica creada por el hombre.
Además, pese a que se siguen dando unos 10.000 casos por día y más de 100.000 personas han muerto por la covid, según los datos oficiales que los expertos consideran, además, minimizados (se cuenta un exceso de mortalidad de 422.000 desde el inicio de la crisis sanitaria), hay cierta “fatiga” hacia la pandemia. Y eso, además de que ha conducido a que se relaje el cumplimiento de las medidas, no favorece al ritmo de vacunación, cree Alexander Sergeev, presidente de la Academia de Ciencias de Rusia.
Putin ha reclamado a su equipo que acelere la campaña para alcanzar la inmunidad colectiva este verano. Para ello habría que vacunar a casi 70 millones de personas, dijo. Las autoridades tratan de impulsarla y han puesto en marcha una tímida campaña de publicidad en la que algunas figuras famosas animan a vacunarse. En Moscú, además, las policlínicas de barrio han enviado a sus trabajadores sociales a las casas de los pensionistas, para animarles a vacunarse y explicarles donde pueden hacerlo. En la ciudad de Ulyanovsk, junto al río Volga, la mayoría de los ya vacunados son jubilados, asegura Alsu Nigmatullina, asistente de laboratorio. “Los jóvenes no vienen. De momento no hay carencia de vacunas, tanto que los sanitarios tratan de persuadir a colegas o amigos para que se inmunicen”.
DISPUTA ENTRE RUSIA Y ESLOVAQUIA POR LA CALIDAD DE LA VACUNA
La ya polémica compra de vacunas Sputnik V en Eslovaquia ha derivado ahora en un agrio enfrentamiento entre las autoridades sanitarias eslovacas y Moscú. El Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF) ha acusado a la agencia eslovaca del medicamento de “sabotaje” este jueves después de que ese organismo regulador afirmase que las dosis del fármaco ruso recibidas presentan características distintas a las revisadas por la revista científica The Lancet. La agencia eslovaca (SIDC) remarcó que no podía por tanto pronunciarse sobre los riesgos y beneficios de la vacuna, ya que los fabricantes de Sputnik V no proporcionaron información.
Rusia ha rechazado las acusaciones y ha exigido a Bratislava que devuelva las 200.000 dosis que envió para derivarlas así a otro país. “SIDC ha lanzado una campaña de desinformación contra Sputnik V y planea provocaciones adicionales”, ha dicho el RIDF en la cuenta oficial de la vacuna en Twitter, donde ha descrito las afirmaciones de Eslovaquia como “noticias falsas”.
La opaca compra de Sputnik V por Bratislava ya se cobró hace unos días la dimisión del primer ministro eslovaco, Igor Matovic. Esta última disputa puede causar grandes daños a la credibilidad de la vacuna rusa: Eslovaquia fue uno de los pocos miembros de la UE que presionó para usarla y acelerar su aprobación por la EMA.