SANTO DOMINGO. Las pensiones que recibirán los trabajadores a la hora de su retiro, a qué edad podrá el trabajador reclamar lo ahorrado en su AFP, las ganancias de las AFP, qué parte de la población cotiza, cuál es la sostenibilidad del sistema… Son muchas las preocupaciones que genera el sistema de pensiones que contempla la ley de Seguridad Social.

Arismendi Díaz es economista, diseñó el Sistema Dominicano de Seguridad Social (SDSS) y fue redactor de la Ley 87-01. Ante las dudas que despierta el tema y el cíclico anuncio de que se estudia una reforma de la ley y del modelo, Díaz es una buena fuente a la que plantear unas preguntas:

—Se habla de una reforma del sistema de pensiones, ¿cuál a su juicio debería ser el objetivo de tal esfuerzo?

El sistema de pensiones no llena las necesidades de la población. Y si no hacemos los cambios, generará más frustraciones e indigencia.

El problema es que en nuestro país sólo pensamos a corto plazo, y dejamos los problemas para que otros los resuelvan. El sistema requiere de diversas reformas, algunas más urgentes que otras. Urge la reducción de la comisión de las AFP porque son muy elevadas y erosionan el crecimiento de los fondos para el retiro (más detalles más adelante).

No comparto la propuesta de establecer una comisión fija sobre el monto del fondo, ya que el mismo se multiplica como una bola de nieve, lo que aumentaría las ganancias a las AFP independientemente de su desempeño, y aunque los trabajadores pierdan. Eso fue lo que palpé en 1999 en Chile y Argentina y por eso propuse un sistema ganar/ganar. El concepto es bueno, pero la aplicación ha sido abusiva, sin ningún beneficio para los afiliados.

Otra reforma de fondo requiere elevar gradualmente el porcentaje de cotización. Con el 9.97% es imposible asegurar una pensión digna, aunque se reduzcan las comisiones. Inicialmente previmos el 12%, pero tuvimos que reducirlo porque el Conep y las centrales sindicales dijeron que no podían pagar más del 21%. Al tener que recortar, optamos por dejar intacta la salud y sacrificar las pensiones. Este aumento debe ser gradual prorrateado en tres o cuatro años. Nada del otro mundo.

—La edad de retiro empieza a retrasarse en muchos países…

La tercera gran reforma es la edad de retiro, que es la más difícil de entender y aceptar. Los sistemas de pensiones se establecieron hace 150 años cuando la esperanza de vida era la mitad. Tenía sentido otorgar una pensión luego de 20 años de cotización cuando la expectativa de vida de un pensionado era unos 5 años. Usted cotizaba 20 años y recibía pensión durante 5, una relación 4 a 1.

Además, los sistemas de reparto establecieron el umbral de 60 años y esa edad ha quedado como la meta de todo trabajador. Superar ese límite ha tenido un costo político muy alto, incluso en Europa. Pero en la actualidad la situación es muy diferente: aquí el promedio de vida se sitúa en 75 años y continuará aumentando. En este nuevo escenario es imposible pensionar con 20 años de trabajo o 60 de edad, porque en promedio esa persona podría vivir más años como pensionada que como cotizante, generando una distorsión y un déficit superior al PIB del país.

—Bajo el esquema actual… ¿Será un sistema sostenible en el tiempo?

Actualmente todos los sistemas de pensiones están en crisis en el mundo: unos, por factores estructurales como los de reparto, y otros, por las comisiones excesivas y la insuficiente cotización, como los de capitalización individual. Pero todos están afectados por la tendencia a la contracción del mercado laboral debido al creciente proceso de automatización y la irrupción de la cuarta revolución tecnológica.

Con los avances de la medicina en menos de dos décadas la edad promedio superará los 90 años. Ya conozco personas cuyos años de pensionadas duplica el período en que cotizaron. Y ese déficit lo pagamos todos, incluyendo millones de marginados privados de lo más elemental. Los privilegios del reparto de los funcionarios lloran ante la presencia de Dios.

—¿Qué implica para nuestro sistema de Seguridad Social la informalidad y el desempleo de la realidad dominicana?

El gran reto del país es afiliar a los trabajadores informales, a partir de sus propias características socioeconómicas. Los sistemas tradicionales son una camisa de fuerza. Los sistemas de seguridad social se diseñaron para las economías industrializadas con una informalidad pequeña y decreciente. Nunca se pensó ni en las microempresas, ni en los trabajadores informales. Aquí la informalidad es al cuadrado: los informales no sólo existen, sino además, operan sin ningún control, ni registro oficial.

Nosotros establecimos en la Ley 87-01 un Régimen Contributivo Subsidiado, algo totalmente original, porque un taxista o técnico independiente no es un asalariado, por lo que no corresponde al Régimen Contributivo, ni tampoco es un indigente, ya que trabaja y produce ingresos iguales o mayores que el salario mínimo cotizable. Pero las autoridades lo rechazaron y propusieron eliminarlo en la reforma abortada a principio de este año.

Sin embargo, el sector privado pidió que no se elimine y ahora las autoridades están trabajando en esa dirección. Mientras este problema no se aborde con realismo y desde una perspectiva social, no convencional, la mayoría de la población económicamente activa permanecerá fuera de la seguridad social. Muchos hablan de reducir la informalidad persiguiendo objetivos fiscales, más que sociales y de estímulo a un sector que es clave para la estabilidad y la gobernanza del país.

—¿Ganan demasiado las AFP? ¿Lo que ofrecen garantizará pensión a los actuales cotizantes?

Ganan demasiado: un 38% de rentabilidad de su capital, frente al 10% de ganancia de los trabajadores dueños de los fondos de pensiones, el año pasado. No compiten entre sí. Y no tienen oficina en el interior del país, por lo que cuando un trabajador necesita hacer algún reclamo o gestión, tiene que venir a la capital por su propia cuenta.

“Es imposible pensionar con 20 años de trabajo o 60 de edad, porque en promedio esa persona podría vivir mas años como pensionada que como cotizante”

Arismendi Díaz

Economista