La lista de similitudes entre el colombiano Pablo Escobar y el mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán puede ser asombrosa.
Ambos son dos grandes iconos del narco en América Latina, que a fuerza de balas, dinero y astucia ganaron fama de líderes todopoderosos de enormes organizaciones delictivas.
Escobar y “El Chapo” fueron los criminales más buscados en su momento, a fines del siglo XX y comienzos del XXI respectivamente, en carreras delictivas que desafiaron a sus países y a Estados Unidos.
Ambos escaparon de prisiones, aparecieron en la lista de los más ricos de la revista Forbes y libraron guerras despiadadas con carteles enemigos. Sus historias son recreadas hasta hoy en libros, documentales, series de TV.
Pero hay algo más que los une: según expertos, Escobar y “El Chapo” son el prototipo de un capo que difícilmente continúe tras la muerte del primero en 1993 y la casi segura cadena perpetua que enfrenta el segundo en Estados Unidos.
“Bajo perfil”
La explicación del esperado declive de la figura del narco todopoderoso pasa por diversos factores, desde cálculos estratégicos hasta cambios en el mercado.
En primer lugar, es difícil imaginar nuevos capos que busquen la atención pública como lo hicieron Escobar y “El Chapo”.
Volverse figuras célebres contribuyó a crear las leyendas de ambos, pero también los expuso a una cantidad creciente de problemas.
Zambada fue acusado por el gobierno de EE.UU. de liderar el cartel de Sinaloa junto a Guzmán, pero mantuvo un perfil más bajo y nunca ha sido arrestado.
“Esas estructuras (criminales) cada vez optan más por un bajo perfil, dado que lo que buscan es poder seguir adelante con su negocio ilegal y en cierta medida la visibilidad (les) juega en contra”, señala Garzón, que también es investigador del Centro Woodrow Wilson en Washington.
En mutación
Los especialistas también observan que los grupos de narcotráfico en América Latina parecen alejarse de la idea de un cartel centralizado y vertical, con un gran líder a la cabeza.
Y señalan que la tendencia es hacia la fragmentación, en parte como respuesta a las presiones de gobiernos que tienen cada vez más información y recursos tecnológicos para perseguirlos.
“El gran dilema para cualquier organización (criminal), sea de narcotraficantes o cualquier otra, es que si tienen centralización logran un mayor control, pero eso los hace mucho más vulnerables a las acciones del Estado“, explica Angélica Durán-Martínez, experta en temas de violencia, criminalidad y mercados ilícitos en la Universidad de Massachusetts Lowell.
Pero con una mayor dispersión de sus estructuras, los líderes narcos pierden capacidad de controlar el negocio desde el origen de la droga hasta la venta final como hacían Escobar en el cartel de Medellín o “El Chapo” en el de Sinaloa.
“Puede que se vuelvan más regionales, que sea menos el tipo de capo internacional que se convierte en la imagen de nuevas series de televisión, pero esto no quiere decir que tampoco haya líderes fuertes a nivel local”, dice Durán-Martínez en diálogo con BBC Mundo.