Hoy en día es posible averiguar qué parte de nuestro ADN proviene de los neandertales. Para aquellos cuya ascendencia se encuentra fuera de África, ese número generalmente se ubica entre un 1% y 2%.
Si bien es un misterio en qué medida nos influyen, sabemos que algunos genes neandertales pueden ser útiles, pero otros podrían hacer a los portadores ligeramente más propensos a ciertas enfermedades.
Recientemente, un equipo de científicos reveló que dos piezas del ADN neandertal podrían influir en la forma de nuestro cerebro.
El estudio, publicado en la revista Current Biology, no estaba destinado a determinar cómo los genes neandertales influyen en el pensamiento, si es que lo hacen, sin embargo, el valor de la investigación radica en su visión sin precedentes de los cambios genéticos que influyen en la evolución del cerebro humano.
Al medir el volumen dentro de los cráneos neandertales, los investigadores encontraron que sus cerebros eran tan grandes como los nuestros, en promedio, quizás más grandes.
Según Philipp Gunz, paleoantropólogo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig, Alemania, su cerebro no era como el nuestro, el nuestro es redondeado “todas las demás especies humanas tienen cerebros alargados”.
El Dr. Gunz y sus colegas mediante la tomografía computarizada estudiaron cráneos fósiles para rastrear la evolución cerebral. Concluyeron que los cráneos humanos modernos se redondearon porque ciertas regiones del cerebro cambiaron de tamaño. El equipo investigador aventuró que el tipo de cambios genéticos que impulsaron este cambio podría encontrar una respuesta en el entrecruzamiento de humanos modernos y neandertales y para saber si los genes neandertales afectaron a la forma de los cerebros humanos modernos necesitaron comparar muchos cerebros.
Tras comparar las formas de los cerebros para ver si había asociadas variantes genéticas neandertales, saltaron dos marcadores genéticos: las personas que los portaban tenían patrones inusuales de actividad genética en sus cerebros.
Uno de los marcadores está vinculado a u gen llamado PHLPP1 inusualmente activo en el cerebelo de las personas que llevan la versión neandertal. Este gen controla la producción de mielina, crucial para la comunicación a largo plazo en el cerebro.
El otro marcador está vinculado a un gen llamado UBR4, que en los portadores es menos activo en una región profunda del cerebro llamada putamen. El UBR4 ayuda a las neuronas a dividirse en el cerebro de los niños.
Estos hallazgos sugieren que el PHLPP1 y el UBR4 evolucionaron para funcionar de manera diferente en los cerebros humanos modernos. La versión humana moderna del PHLPP1 puede haber producido mielina extra en el cerebelo. Y nuestra versión del UBR4 puede haber hecho que las neuronas crezcan más rápido en el putamen.
Simon Fisher, coautor del nuevo estudio del Instituto de Psicolingüística Max Planck de los Países Bajos, especuló que los humanos modernos desarrollaron herramientas de lenguaje más sofisticadas. También pudieron ser más efectivos en la fabricación de instrumentos.
Ambos requieren que el cerebro envíe comandos rápidos y precisos a los músculos. Y puede que no sea una coincidencia que el cerebelo y el putamen sean partes cruciales de nuestro circuito motor, las mismas regiones que ayudaron a cambiar la forma general del cerebro humano moderno.
Para las personas que portan las versiones neandertales de estos genes que dan forma al cerebro hay límites a lo que la genética puede decirnos, dijo John Anthony Capra, un biólogo evolutivo de la Universidad de Vanderbilt que no participó en el estudio.
Señaló que es muy difícil predecir el comportamiento de las personas a partir de sus genes, y aún más tratar de explicar algunos genes neandertales. Aprender lo que están haciendo en el cerebro requerirá que los científicos detecten señales muy sutiles en medio del ruido del genoma humano.