Lanzar la piedra y esconder la mano. Ese refrán resume el comportamiento de la Administración Trump para influir en el valor del dólar, que ha desencadenado el primer episodio de una nueva guerra de divisas, en la que la zona euro y su moneda única aparecen como las primeras víctimas. En dos días, el euro ha visto dispararse su cambio con el dólar hasta su máximo en tres años, lo que encarece las exportaciones europeas y reduce el efecto de la política monetaria del BCE para inyectar liquidez en la economía de la eurozona.
Todo comenzó el pasado miércoles, con unas declaraciones en el Foro de Davos del secretario del Tesoro estadounidense. Steven Mnuchin aseguró en una rueda de prensa que “un dólar débil es bueno para el comercio” y, por tanto, para la economía estadounidense, un comentario que significaba un giro de 180 grados en la política de divisa fuerte defendida durante décadas -al menos, formalmente- por la Casa Blanca.
Al día siguiente, el presidente estadounidense, Donald Trump, pareció enmendar las palabras de su responsable de Finanzas al apuntar en una entrevista en televisión que su deseo era un dólar fuerte. Sin embargo, su afirmación tuvo poco efecto en el mercado de divisas: el primer disparo de la guerra ya se había dado y los inversores han seguido el combate.
Desde el miércoles, el dólar ha caído con fuerza desde el miércoles, sobre todo, frente al euro, que ha tocado su máximo desde diciembre de 2014, al superar el cambio de 1,25 dólares. Con esta depreciación, la moneda estadounidense ya acumula una bajada del 3% este mes de enero, un descenso que puede continuar si la Casa Blanca se decide a apostar de forma clara por medidas proteccionistas.
“Aunque el presidente Trump ha dicho que espera que el dólar se haga ‘más y más fuerte’, para Washington va a ser muy difícil devolver al genio del dólar débil a su lámpara“, ha señalado Viraj Patel, analista de divisas de ING en Londres.
Draghi no entra en combate… por el momento
Por el momento, Europa no ha entrado en el cuerpo a cuerpo. El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, se negó este jueves a competir con EE.UU. y se mostró rotundo: “No influiremos en nuestro tipo de cambio por motivos de conveniencia”.
No obstante, el presidente del BCE señaló también que este organismo podría revisar su estrategia de salida de la política monetaria expansiva si los comentarios de Washington sobre el dólar provocan un cambio en las condiciones de liquidez del mercado.
Durante los últimos años, la barra libre de liquidez aplicada por el Banco Central Europeo ha buscado de reanimar la inflación en zona euro, muy debilitada por efecto de la crisis económica, pero de paso también ha servido para debilitar al euro frente al dólar y llevarlo a rozar la paridad con la divisa estadounidense, reactivando las exportaciones del club europeo.
Sin mencionarlo directamente, el máximo responsable de la política monetaria de la eurozona criticó con dureza a Mnuchin al señalar que no se usa el tipo de cambio para tener ventajas comerciales, y que “algunos movimientos del tipo de cambio del euro se justifican por la fortaleza de la economía, pero la cuestión es si otros movimientos son causados por simples comentarios“.
Como advirtió Draghi, las implicaciones de ese tipo de declaraciones rebasan el mercado de divisas, ya que ponen en cuestión “el estado de las relaciones internacionales“.
Esa misma línea han seguido las críticas escuchadas este viernes. El ministro de Finanzas de Japón, Taro Aso, ha avisado que los Gobiernos no deben intervenir en los mercados de divisas, tal y como se ha pactado en el G-7y el G-20.
“Tenemos acuerdos en el marco del G7 y el G20 para no intervenir en los tipos de cambio por el bien del comercio y la competitividad internacionales, y debemos atenernos a ellos”, ha afirmado el ministro y vicepresidente nipón en declaraciones recogidas por la agencia Kyodo.
“Una guerra de divisas es lo último que el mundo necesita”
Este debate también ha protagonizado una mesa redonda en el Foro de Davos convocada para tratar el final de las medidas de estímulo aplicadas por los bancos centrales. En ella, el miembro del consejo de gobierno del BCE, Benôit Coeuré, ha alertado que “una guerra de divisas es lo último que el mundo necesita”.
Coeuré ha insistido en que comentarios como los del secretario del Tesoro estadounidense “no ayudan” y no ha descartado que el BCE “tenga que reevaluar la situación si hay efectos sobre la inflación”.
“Vivimos en un mundo en el que los tipos de cambio no se destinarán a fines competitivos”, ha reiterado antes de señalar que eso es lo acordado en el G-20 “y sólo nos atendremos a esto”.
Por su parte, el presidente del banco suizo UBS y antiguo miembro del órgano directivo del BCE, Axel Weber, ha destacado que el papel del dólar como moneda de reserva está aumentando debido a las necesidades de liquidez de los bancos.
Weber ha enfatizado el papel que juega el mercado sobre la inflación y otros indicadores económicos determinantes para las economías, “porque los bancos centrales no lo pueden controlar todo“. Coeuré le ha dado la razón en este punto y ha apostillado que “las políticas monetarias no lo pueden conseguir todo”.