El volcán de La Palma baja su actividad y no expulsa lava. Actividad intermitente que hace temer nuevas explosiones, según expertos.
Después de dos días de estar prácticamente paralizada, la principal colada de lava del volcán de La Palma vuelve a reactivarse y sigue su camino hacia el mar.
Este domingo se registraron imágenes desoladoras en la localidad de Todoque: una iglesia y varios edificios fueron engullidos por la lengua ardiente.
Las autoridades de la isla española temen ahora que el río de lava pueda arrasar completamente el pueblo y cortar el acceso de una de las dos carreteras principales. Por ello advirtieron a las personas que viven en un radio de cinco kilómetros que se mantengan alejadas de las ventanas por si pudiera producirse alguna rotura de cristales, y la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias tiene previsto mantener cerrado este lunes algún centro educativo adicional en los municipios más próximos.
Según las estimaciones del comité del Plan Especial de Protección Civil y Atención de Emergencias por Riesgo Volcánico (Pevolca), la lava se mueve a una velocidad de entre 100 y 200 metros por hora, aunque advirtieron que no se puede confirmar si el magma llegará o no a la costa.
Unido a esto, el volcán de La Palma sigue generando explosiones, siete días después de que entrara en erupción.
Hasta el momento, unas 6 000 personas han sido evacuadas y más de 450 edificaciones han sido totalmente destruidas. Los daños se estiman en más de 20 millones de euros.
La vida en la isla transcurre con total normalidad
Las autoridades insisten, para tranquilidad de familiares y amigos de los palmeros, sobre todo los que están fuera de España, en que más allá de los problemas que genera el volcán en las zonas cercanas, la vida en La Palma se desarrolla con normalidad y es completamente segura.
A pesar de que el volcán emite 25 000 toneladas diarias de dióxido de azufre, la calidad del aire para la población en toda la isla es buena y no hay ningún riesgo.
También recalcan que no se necesita ni víveres, ni mantas, ni ropa ni juguetes, remesas que llegan por las campañas de solidaridad pero que en realidad complican la logística para la isla.
Lo que precisan son aportaciones o donaciones económicas, para ayudar a superar las dificultades que esta catástrofe está causando en la economía local, ya que hay centenares de hectáreas agrícolas que han quedado bajo la lava, además de casas y negocios.