El alarmante discurso pronunciado el martes en San Diego por la secretaria de Seguridad Interior estadounidense, Kirstjen Nielsen, tuvo más impacto en Tijuana que en la próspera ciudad, y base naval, del sur de California. “La crisis es real y está justo al otro lado de este muro ”, advirtió Nielsen en una conferencia de prensa celebrada en la Imperial Beach, a escasos metros de la frontera con México. Fue una puesta en escena inmejorable delante de la barrera de acero de seis metros de altura, ahora rematada con nuevas alambradas con cuchillas.

“Podéis ver el alambre; que quede claro: ¡no vais a entrar en Estados Unidos!”, añadió Nielsen en un mensaje ostensiblemente dirigido a los 6.200 centroamericanos hambrientos, agotados y hacinados en el refugio del polideportivo Benito Juárez de Tijuana, y otros 3.000 en la capital de Mexicali . El verdadero público objetivo, sin embargo, era la base del partido republicano, aquel 10% que cree seriamente que existe un riesgo de invasión desde México.

 

 

En San Diego, donde la vida transcurre con absoluta normalidad, nadie hizo demasiado caso. Pero en Tijuana se palpa la zozobra por la llegada simultánea de tantos migrantes, y las acciones de la Administración Trump no ayudan en absoluto a calmar los nervios. “Cuando cerraron la frontera en el lado estadounidense llegué con una hora de retraso para el trabajo”, dijo María, una mexicana estadounidense que trabaja para una aseguradora en San Diego pero vive en Tijuana para estar con su novio deportado. “Empecé a maldecir a los migrantes pero luego me arrepentí y fui con mi hija a regalarles ropa”.

Para caldear más el ambiente al otro lado del muro, Nielsen lanzó una segunda advertencia desde la hiperprotegida playa de San Diego. “Quiero dejar las cosas muy claras”, dijo. “Se ha dicho que en la caravana vienen principalmente mujeres y niños; no es verdad; la mayoría son hombres jóvenes que viajan solos. Entre ellos 500 miembros de grupos violentos”. No citó la fuente de esta cifra pero se sabe por la cadena NBC, que Nielsen recibe su información de la caravana, a través de espías infiltrados y de la ­interceptación de watsaps de los migrantes.

Horas después, John Kelly, el jefe del Estado Mayor que nombró a Nielsen para el puesto, dio luz verde al “uso de la fuerza (incluyendo la fuerza letal)” por parte de las 5.900 tropas emplazadas en la frontera, según un documento interno obtenido por la revistaMilitary Times.

 

 

El endurecimiento de la retórica ocurre a pesar de que el flujo de migrantes es el más bajo en los últimos 40 años

Todo esto puede tener dos explicaciones. Una: que la administración Trump de verdad cree que los migrantes pretenden “tomar el puente”, es decir, intentar cruzar en masa por uno de los puestos fronterizos. Esto es difícil de creer porque, como dijo Everard Meade, experto en derecho del Instituto Transfronterizo de la Universidad de San Diego: “La idea de que iban a saltar masivamente en el puesto (fronterizo) de San Ysidro o en la playa es absurda; todos los migrantes aprenden en cuanto llegan que es imposible cruzar en estos lugares; hay helicópteros, aviones, focos, lanchas; es un área de siete kilómetros sin edificios ni árboles, con muy buena visibilidad, de modo que nadie cruza allí”.

La segunda explicación, mucho más probable, es que las críticas de Donald Trump a Nielsen por ser “no suficientemente dura”, han hecho mella. Trump no perdona a su secretaria de seguridad interior (ni a Kelly, cuyo cese es inminente) por la subida del número de migrantes detenidos en la frontera, el dato utilizado para estimar el volumen de inmigración indocumentado. Trump sabe que su base xenófoba mira estos datos con lupa así que Nielsen –que jamás ha logrado borrar de su currículum su responsabilidad de la catastrófica gestión tras el huracán Katrina en Nueva Orelans en el 2005– se juega su puesto de trabajo.

 

 

El endurecimiento de la retórica de la administración ocurre a pesar de que la entrada de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos se sitúa en el nivel más bajo de los últimos 40 años. En el 2000, se detuvo a 1,6 millones de inmigrantes irregulares en la frontera. En el 2017, solo a 396.000. Aunque la administración Trump habla de una crisis sin precedentes, las estimadas 10.000 personas que finalmente llegarán a Tijuana en las tres caravanas son muchas menos que los 68.000 menores no acompañados que aparecieron en la frontera de Texas en el 2014.

“El volumen de inmigración indocumentada es muchísimo más bajo ahora; existe, eso sí, desde hace cuatro años un flujo constante de refugiados de Centroamérica; la única novedad aquí es que han llegado 10.000 a la vez en una caravana, explicó Meade en una entrevista mantenida en el campus de la Universidad de San Diego.

¿Por qué decidieron venir todos a la vez? “Obviamente lo hicieron por su propia seguridad; hay que tener en cuenta que unos 30.000 centroamericanos han desaparecido mientras cruzaban México para ir a EE.UU.; la violencia sexual es espeluznante; de modo que la caravana es una estrategia de supervivencia y ha funcionado”.

 

 

La defensa de una política de mano dura por parte de Nielsen y Kelly la comparten ya el alcalde de Tijuana y el gobernador del estado de Baja California. La policía tijuanense ha detenido a casi 60 migrantes en menos de una semana que pronto serán deportados. Pero no son integrantes de la Mara Salvatrucha ni ninguna pandilla criminal; los principales delitos son el consumo de alcohol y marihuana. En decenas de conversaciones mantenidas con los migrantes en la última semana, nadie ha mencionado la presencia de grupos violentos en la caravana.

Tampoco cuadra el dato de los 500 pandilleros. La gran mayoría de los refugiados están huyendo de los grupos violentos que, en muchos casos, han matado a sus familiares y amigos. ¿Por qué se uniría a una caravana infiltrada por los sádicos de la Mara Salvatrucha? La implícita criminalización de hombres jóvenes en el discurso de Nielsen es todavía más grave porque son estos en muchos casos los primeros amenazados por las bandas armadas. “Todos corrimos peligro en San Pedro Sula”, dijo un veinteañero taxista en Honduras que viajaba solo.