Cambiar las costumbres de una sociedad, aunque sea en beneficio de toda ella, no es precisamente una tarea sencilla. Pero el Gobierno ruso lo está consiguiendo en lo que concierne a su relación con el alcohol. Las campañas para desincentivar el consumo de vodka están dando resultados, y así lo avala la Organización Mundial de la Salud (OMS), que señala en un informe que entre el 2003 y 2016 la ingesta de bebidas alcohólicas cayó un 43%.

Al inicio de la era del presidente Putin, quien esto escribe se sorprendía de ver por las mañanas gran número de personas que, en el metro, de camino al trabajo o en sus tareas cotidianas, iban acompañados por una botella o lata de cerveza en la mano, cuando no bebidas de mayor graduación. Casi dos décadas después, el estilo de vida ha cambiado por completo.

Hace veinte años era habitual ver a gente de camino al trabajo con una botella en la mano

Entonces era normal poder comprar cualquier tipo de bebida alcohólica en los quioscos, junto a un buen libro de literatura o el periódico del día. Hoy el tabaco y el alcohol han sido arrinconados a tiendas, supermercados y empresas de reparto. Por ley el tabaco no está ni a la vista. En cuanto a las bebidas alcohólicas, el control para no vender a menores de 18 años es absoluto y nadie puede adquirir estos productos después de las once de la noche. Esto incluye también la cerveza, cuyos productores en los primeros años de campaña lograron que no fuese clasificada como bebida alcohólica.

El paisaje de las calles moscovitas ha cambiado tanto que alguien que no haya estado aquí desde los 90 podría confundirlas con cualquier ciudad occidental. Los quioscos con vitrinas llenas de botellas de vodka y latas de cerveza es cosa del pasado. Y la mayoría de los mortales supera las primeras horas del día con un té caliente, un capuchino o un café au lait, cuyos puestos para llevar proliferan por toda la ciudad. Beber vodka en las calles también está prohibido bajo pena de multa.

“Los jóvenes que están creciendo entienden de forma pragmática y clara el valor de la salud. Entienden que quieren estudiar y tener éxito en los negocios, pero que si no tienen salud no habrá por supuesto ningún negocio”, aseguraba el diputado Gennadi Oníschenko, exjefe de los servicios sanitarios de Rusia, el pasado 3 de octubre, cuando en Rusia se celebró el Día de la Sobriedad.