Panamá es el país que más inversión extranjera recibió en América Latina en los últimos cinco años.
Esta nación llena de contrastes, que cuenta con una de las mayores tasas de crecimiento económico y de desigualdad social, sigue atrayendo más capital extranjero que sus vecinos.
Desde 2013, la inversión extranjera directa (IED) aumentó en Panamá un 15,7%, seguida por República Dominicana con 6,3% y Costa Rica con 2,5%, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
“En las economías más pequeñas el peso de estas inversiones es más grande”, le dice a BBC Mundo María Cecilia Plottier, oficial de Asuntos Económicos de la División de Desarrollo Productivo y Empresarial de la Cepal.
Panamá es conocida como un centro financiero internacional, con una economía dolarizada e históricas facilidades para la instalación de empresas extranjeras.
Inversión Extranjera Directa
Aumento 2013-2017
15,7%
Panamá
- 6,3% República Dominicana
- 2,5% Costa Rica
Y aunque la Unión Europea sacó al país de su lista negra de paraísos fiscales, lo mantuvo en una “lista gris” que está bajo monitoreo con el fin de evitar la evasión fiscal.
A diferencia de los países que han desarrollado sus economías explotando las riquezas agrícolas o minerales de su suelo, Panamá -con fuertes incentivos tributarios- ha anclado su desarrollo en los servicios financieros, turísticos y logísticos, con un canal por el que transitan anualmente más de 14.000 buques.
Y aunqueEstados Unidos tiene la mayor presencia, multinacionales de casi todos los sectores han aterrizado en su territorio, que les sirve como plataforma de expansión hacia otros países por su posición estratégica.
A los inversionistas les resulta atractiva la zona franca de Colón (un importante centro de distribución a nivel mundial en el norte de Panamá) y otras “Zonas Económicas Especiales” que ofrecen beneficios fiscales, laborales y migratorios.
Por todo ello, no es de extrañar que Panamá sea el principal receptor de IED en Centroamérica y que siga liderando el aumento a nivel de América Latina.
Caída por tercer año consecutivo
Pero la otra cara de la moneda es que en América Latina y el Caribe la inversión extranjera continúa disminuyendo.
En 2017 cayó por tercer año consecutivo, llegando a US$161.673 millones. Eso supone un 3,6% menos que el año anterior y un 20% menos que en 2011.
Pero ¿por qué continúa bajando?
“Principalmente porque desde que se acabó el boom de los “commodities” [materias primas o productos básicos] no ha vuelto a recuperarse a los niveles que tenía antes”, dice Plottier.
El fenómeno se explica porque la mayor caída se produjo precisamente en el sector de los recursos naturales.
A la disminución en el precio de las materias primas se suma la recesión económica que afectó a la región en 2015 y 2016, y que golpeó con especial fuerza a Brasil.
¿De dónde viene esta inversión?
La inversión extranjera tiene varias vías para llegar a un país.
Puede ser a través de la compra de una empresa local, la creación de una nueva compañía, la reinversión de ganancias de una empresa foránea o a través de préstamos entre filiales que hace una multinacional.
En la región, la mayor parte de esa inversión en 2017 vino desde la Unión Europea (que tiene un rol protagónico en Sudamérica) y Estados Unidos (que históricamente ha mantenido su presencia en México y Centroamérica).
En el caso de Europa, las empresas que más están invirtiendo en la región vienen de España, Francia y Reino Unido.
Por otro, lado las empresas chinas han mostrado un creciente apetito por el sector energético sudamericano, con inversiones tanto en la transmisión como en la generación de electricidad.
Expertos creen que Pekín está dando un giro a su estrategia, al pasar de una primera fase de inversiones en el sector minero hacia una segunda centrada en la infraestructura y la energía.
“Las empresas chinas en la industria de la energía eléctrica han sido seleccionadas como sectores prioritarios para la globalización”, le dijo recientemente a BBC Mundo Kevin Gallagher, director del Centro de Políticas de Desarrollo Global en la Universidad de Boston, Estados Unidos.
La región ofrece ventajas como una demanda energética creciente y, al mismo tiempo, una oferta abundante a nivel hidroeléctrico, eólico, solar y de biodiesel.
De hecho, según datos de Cepal, el 65% de las fusiones y adquisiciones que realizaron empresas chinas en Latinoamérica entre 2015 y 2016 tuvieron lugar en el sector de la energía eléctrica.
“El año pasado en Brasil, por ejemplo, China compró varias firmas energéticas, tanto distribuidoras de gas como empresas hidroeléctricas”, señala Plottier.
Sin embargo, es difícil rastrear la inversión proveniente de Pekín, dado que en muchas ocasiones los recursos invertidos vienen de sociedades creadas en Holanda o Luxemburgo, cuyo origen no se contabiliza en las estadísticas como inversiones chinas.
Pero en la práctica lo son.
“Derrames tecnológicos”
En cuanto a los efectos de las inversiones extranjeras, “un impacto positivo ha sido el desarrollo en el sector de telecomunicaciones, donde hay muchos proyectos de inversión anunciados en gran parte de los países de la región”, dice Plottier.
La otra área es la energía renovable, uno de los sectores que más ha crecido y donde destacan los casos de Chile y de México, después de su reforma al mercado energético.
En Costa Rica, por ejemplo, aunque fue retirada la inversión de la empresa Intel, quedó instalado un centro de investigación que sigue aportando beneficios a la economía local.
“Ese tipo de derrames tecnológicos son positivos. Hay un desarrollo de proveedores locales que requieren tener capacidades con fuerte contenido tecnológico”, agrega la experta de la Cepal.
Y en México, asegura, se ha desarrollado fuertemente la manufactura para exportación tras la instalación de empresas estadounidenses.
“La industria manufacturera automotriz en México adquirió un nivel de capacidades que ha mejorado el desarrollo de empresas locales en sectores bastante sofisticados desde el punto de vista tecnológico”, agrega.
Como contraparte, hay un largo historial en la región donde la explotación de recursos naturales por parte de empresas extranjeras ha dejado deudas sociales y ambientales de gran envergadura.
“El impacto depende de las regulaciones de mercado, de las políticas laborales, de las condiciones que se le ponen a la empresa extranjera para instalarse en cada país”, afirma Plottier.
“Y lo otro importante es mirar qué ha hecho cada país con esos recursos, cómo los invierten y cómo los vuelcan en el desarrollo de su sociedad”, concluye.