Los rostros de los hombres medio enterrados en las fosas comunes habían sido quemados por el ácido o destruidos por las balas. Noor Kadir finalmente pudo reconocer a sus amigos solo por el color de sus pantalones. Kadir y otros catorce hombres, todos musulmanes de la comunidad ronhiyá y residentes de la aldea de Gu Dar Pyin en Birmania(Myanmar), estaban eligiendo a los jugadores del siguiente partido de chinlone, el deporte tradicional de Birmania que combina fútbol y baile, cuando comenzaron los disparos. El grupo se dispersó. Cuando los militares birmanos dejaron de apretar el gatillo, solo Kadir y dos compañeros del equipo quedaron con vida.

Días más tarde, Kadir encontró a seis de sus amigos entre los cuerpos enterrados en dos tumbas. Son dos de las al menos cinco fosas comunes, todas ellas no denunciadas anteriormente, que han sido confirmadas por la agencia de noticias The Associated Press a través de múltiples entrevistas con más de dos docenas de sobrevivientes en campos de refugiados de Bangladesh y mediante videos grabados entonces con teléfonos móviles.

Charcos azul-verdosos de lodo ácido rodean cadáveres sin cabezas y torsos que sobresalen en el aire

En los videos de las fosas obtenidos por la AP, que datan de 13 días después de que comenzara la matanza, el 27 de agosto, charcos azul-verdosos de lodo ácido rodean cadáveres sin cabezas y torsos que sobresalen en el aire. Las manos esqueléticas parecen arañar el suelo.

El Gobierno de Birmania, cuya jefa de facto es la altamente criticada Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, afirma que nunca sucedieron tales masacres de los rohinyás y solo ha reconocido una fosa común que contiene 10 “terroristas”, dice, en la aldea de Inn Din. Sin embargo, los informes de AP muestran una masacre sistemática de civiles musulmanes rohinyá por parte de los militares birmanos, con la ayuda de vecinos budistas, la religión mayoritaria en el país, y sugiere la existencia de muchas más tumbas, con muchas más personas dentro.

Los aldeanos budistas se movieron a través de Gu Dar Pyin en una especie de operación de limpieza, utilizando cuchillos para cortar la garganta de los heridos, dijeron los sobrevivientes, y trabajando con soldados para arrojar a los niños pequeños y ancianos al fuego.

“La gente gritaba, lloraba, suplicaba por sus vidas, pero los soldados solo disparaban sin parar”, recuerda Mohammad Rayes, de 23 años, un maestro de escuela que trepó a un árbol y lo vio todo desde allí.

Kadir, el jugador de chinlone, recibió dos disparos en el pie pero logró arrastrarse debajo de un puente, donde él mismo se quitó una de las balas. Luego observó, medio delirante, durante 16 horas como soldados, policías y vecinos budistas mataban a rohinyás desarmados y quemaban la aldea.

Las fosas

Algunos sobrevivientes nunca encontraron los cuerpos de sus seres queridos.

Rohima Khatu, de 45 años, contaba su historia mientras las lágrimas corrían por el rostro de su hija de 9 años, Hurjannat, que estaba sentada en silencio junto a su madre. Khatu estaba decidida a encontrar a su esposo, a pesar de que las mujeres corrían el riesgo no solo de ser asesinadas sino también violadas si las capturaban los soldados. Los aldeanos dijeron que su esposo recibió un disparo después de quedarse en casa para proteger a sus 10 vacas, cinco gallinas y ocho palomas, junto con sus reservas de arroz.

Rohima Khatu y su hija, Nooranksih, comen dentro de su improvisado refugio en el campo de refugiados de Balukhali, Bangladesh
Rohima Khatu y su hija, Nooranksih, comen dentro de su improvisado refugio en el campo de refugiados de Balukhali, Bangladesh (AP)

Así que 15 días después de la masacre, Khatu lo buscó en las tumbas en la entrada norte de Gu Dar Pyin, tratando de identificarlo por el lungui (prenda tradicional) verde y la camisa blanca con botones que llevaba puestas. Solo pasaron 10 minutos antes de que alguien gritara que venían unos 20 soldados.

”Había cadáveres por todas partes, huesos y partes del cuerpo, todos en descomposición, así que no podía decir cuál era mi esposo”, dijo Khatu. “Lloré todo el tiempo que estuve allí. Lloré en voz alta. ‘¿A dónde fuiste? ¿A dónde fuiste?’”. Le preguntó a la nada.

“Lo he perdido todo”.

Había cadáveres por todas partes, huesos y partes del cuerpo, todos en descomposición, así que no podía decir cuál era mi esposo”

ROHIMA KHATU

Superviviente de la masacre de Gu Dar Pyin