BRASILIA. Brasil pone fin esta semana a 13 años de operación militar en Haití bajo su comando, en medio de discrepancias sobre los beneficios que tuvo esta misión de paz de la ONU para el país más pobre de América.
Instalada en 2004 tras una rebelión armada que derrocó al presidente Jean Bertrand Aristide, la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH) fue la primera de su tipo dirigida e integrada en su mayoría por sudamericanos, el 70% provenientes de Brasil, Argentina, Uruguay, y Chile.
El ministro de defensa brasileño, Raúl Jungmann, dijo a la AFP que la evaluación de los trece años de misión es “extremamente positiva”.
“Cuando iniciamos esa misión, Haití vivía una situación de guerra civil, de profunda inestabilidad y mucha violencia”, afirmó Jungmann antes de viajar a Puerto Príncipe para participar de la ceremonia que pone fin a la participación de tropas brasileñas en la isla, actualmente de unos 950 soldados.
“Hoy, cuando dejamos el país, éste se encuentra pacificado, tiene estabilidad, existen fuerzas policiales que garantizan la seguridad y también hubo elecciones libres y democráticas”, añadió.
Dedicados a reforzar la seguridad ciudadana durante el primer período, así como a tareas humanitarias, los cascos azules tuvieron su misión prorrogada en 2010, cuando un terremoto devastó las ya castigadas estructuras del país y dejó 220.000 muertos.
Al sismo le siguió una epidemia de cólera -introducido por los propios cascos azules de Nepal- que mató más de 10.000 personas y en octubre del año pasado el huracán Matthew causó otras 550 víctimas mortales.
¿Beneficio para quién?
La Minustah proporcionó entrenamiento de primera línea para los más de 37.000 soldados brasileños que pasaron por la isla a lo largo de estos 13 años, cuando contabilizó apenas 27 bajas, la mayoría debido al terremoto.
La experiencia de los soldados que instalaron cuarteles en las principales barriadas de Puerto Príncipe fueron el embrión de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) implantadas en las favelas de Rio de Janeiro en la última década, según narró al periódico O Estado de Sao Paulo el general Augusto Heleno Pereira, primer comandante de la fuerza.
También sirve de credencial para la futura candidatura de Brasil a nuevas misiones de paz en otras partes del mundo.
Para el doctor en Relaciones Internacionales y exrepresentante especial de la OEA en Haití (2009-2011) Ricardo Seitenfus, la Minustah “fue mucho más importante para Brasil que para Haití”.
Además de acercar al gigante sudamericano a sus socios regionales, la misión enviada durante el primer gobierno de izquierda de Luiz Inácio Lula da Silva funcionó “como una tarjeta de presentación de la diplomacia brasileña”, afirmó Seitenfus en una entrevista telefónica con la AFP.
Pese a los beneficios que trajo para Brasil, la presencia extranjera en la excolonia francesa no debería haberse extendido más allá de 2010, según el experto.
Haití “precisaba una misión de paz pequeña y corta, porque no tenía problemas de guerra civil, posibilidades de genocidio, de conflictos religiosos, raciales”, apunta.
“El problema de Haití era pura y exclusivamente de seguridad pública, que debía ser vinculado más a la inteligencia y la acción policial que a una intervención militar”, asegura.
La introducción del cólera y los escándalos sexuales terminaron de empañar la actuación de los cascos azules, que según Seitenfus deberían haber sido sustituidos después del terremoto por una operación de desarrollo económico.
Cuando los soldados extranjeros se hayan ido, el 15 de octubre, la ONU desplegará una nueva misión bautizada Misión de Naciones Unidas para el apoyo de la justicia en Haití (Minujusth).
Esta nueva fuerza estará encargada de formar, a lo largo de dos años, a los agentes de la policía nacional haitiana y contará con unos 1.275 policías internacionales.
Profesionalizar a sus policías es un aspecto clave para este país, que desmovilizó su ejército en 1995 para alejar el fantasma de un nuevo golpe militar.
La Policía Nacional de Haití (PNH), creada ese año, apenas cuenta en la actualidad con unos 13.000 agentes, una cifra insuficiente para garantizar la seguridad de cerca de 11 millones de habitantes.
Tras dos años de crisis electoral, Haití ha conseguido renovar la totalidad de su personal político, pero la situación de la isla sigue siendo preocupante: ostenta el peor Índice de Desarrollo Humano (IDH) de América, con más del 70% de los hogares sin saneamiento básico y el 40% de la población analfabeta.