“Es una locura tener que aceptar billetes de 100, 500 o 1.000 bolívares”, dice Pacheco, un hombre enjuto de 61 años cuyo humilde puesto se ubica al final de uno de los mayores mercados de Ciudad Guayana, una ciudad en el Estado de Bolívar, en Venezuela.
Pacheco ahora sólo acepta los nuevos billetes de 100.000 bolívares, que son difíciles de encontrar debido a la elevada demanda. “Si no, me dan una caja llena de billetes que luego tengo que llevar a cambiar al banco”, explica.
La inflación en este asediado país sudamericano podría llegar al 1.000.000% en diciembre, tal y como advirtió esta semana el FMI, dando cuenta de una crisis económica comparable a la que sufrió Alemania tras la Primera Guerra Mundial o Zimbabue al principio de la década pasada.
Venezuela, que tiene las mayores reservas comprobadas de petróleo del planeta, está en medio de una crisis que ya lleva cinco años y que ha hecho que parte de la población ya no pueda pagar comida ni medicamentos y que los supermercados estén vacíos. Los índices de criminalidad baten récords, al punto de que la gente teme salir de sus casas por la noche.
Alejandro Werner, director del departamento del hemisferio occidental del FMI, dio un pronóstico desolador. “Pensamos que el Gobierno seguirá profundizando el déficit fiscal expandiendo su base monetaria”, escribió el lunes en un blog, “lo cual seguirá alimentando la inflación mientras que la demanda de dinero continúa hundiéndose”.
Para los venezolanos, la vida diaria se ha transformado en una lucha por la supervivencia. “Somos millonarios, pero somos pobres”, cuenta Maigualida Oronoz, una enfermera de 43 años, que gana el salario mínimo de 5 millones de bolívares al mes (poco más de 4 euros), que le alcanza para comprar sólo un kilo de carne para alimentar a sus hijos. “Apenas si podemos comer, y si llegamos a tener alguna emergencia médica, nos moriremos porque los precios de los medicamentos se han disparado y aumentan cada día”.
Muchos culpan de la crisis al presidente Nicolás Maduro, quien a su vez alega que Venezuela es víctima de una “guerra económica” llevada adelante por Estados Unidos y Europa.
A pesar de la hiperinflación descontrolada, Maduro sigue aferrándose al poder que heredó de Hugo Chavez, el fallecido líder venezolano cuyo carisma le ayudó a afrontar tiempos aún más difíciles.
Maduro fue elegido en mayo para un segundo mandato de seis años, aunque los políticos de la oposición y muchos países afirman que los resultados de las elecciones no son legítimos.
Maduro ha asegurado que los dueños de los bancos privados se están llevando el dinero en efectivo de contrabando hacia Colombia, como parte de una elaborada conspiración para sabotear la economía y ha rechazado las peticiones para que levante los controles monetarios. Uno de los planes de Maduro para aliviar la inflación es imprimir billetes a los que les falten los últimos tres ceros, aunque los economistas dicen que eso ayudará poco.
“Esa medida es puro maquillaje y no solucionará nada”, remarca Asdrubal Oliveros, director de Ecoanalítica, una consultora económica con sede en Caracas. “Con la inflación desbocada que tenemos, en unos meses volveremos a la misma situación”.
A diferencia de lo que sucedió en Alemania en 1920, la gente no lleva el dinero en carretilla para comprar comida. En cambio, las compran se realizan por transacciones electrónicas. Sin embargo, el 40% de los venezolanos no tiene cuenta en el banco, mientras que otros se niegan a utilizar tarjetas de crédito o bitcoins para pagar por productos pequeños, así que se ha generalizado el trueque.
“La paradoja es que, por un lado, el país está sufriendo una profunda crisis de inflación y, por otro, nadie tiene dinero en efectivo”, afirma Geoff Ramsey, subdirector del departamento para Venezuela en la Oficina de Washington para América Latina, un centro de estudios con sede en la capital estadounidense. “Se ve a gente rica pagando el aparcamiento con barritas de cereal”.
Los más golpeados son los jubilados que reciben su pensión en dinero en efectivo. Saúl Aponte, un jubilado de 73 años, ahora compra media docena de huevos con veinte billetes de 100.000 bolívares. “Si a fin de año nos pagan la pensión en efectivo, tendremos que ir con una carretilla de billetes a comprar la misma cantidad de huevos,” relata fuera de un centro comercial en el centro de la ciudad.
Hartos de la desesperación económica, los venezolanos están huyendo del país en masa. Más de un millón de personas ha cruzado la frontera hacia Colombia, donde –en la ciudad fronteriza de Cúcuta– algunos emprendedores venezolanos han comenzado a tejer bolsos con billetes venezolanos que ya no valen nada y los venden por 20.000 pesos colombianos (unos 6 euros).
Mientras tanto, en Ciudad Guayana, Elisa González, una ama de casa, sobrevive con lo poco que le envía su hermana desde Perú. “No sé cuánto tiempo podremos sobrevivir así”, se lamenta González, que añade que no puede seguir pagando los estudios a sus hijas. “Con o sin trabajo, lo que se gana no alcanza para pagar los estudios de los hijos… y comer ya es casi misión imposible”.
Algunos analistas esperan que la inflación desenfrenada precipite el fin del régimen de Maduro. “La historia nos ha enseñado que generalmente los gobiernos que traen inflación no son los que luego te sacan de ella”, afirma Oliveros, de Ecoanalítica.
“Lamentablemente, Venezuela tienen una gran inestabilidad económica y política que puede llevarla incluso a la ingobernabilidad, pero en ese punto podría haber una transición política”, dice Oliveros. “Por supuesto que sucedería de forma muy desorganizada, pero sería al fin y al cabo una transición”, añade.
Traducido por Lucía Balducci