La noche se ha hecho eterna en Esmirna, en el oeste de Turquía, donde los equipos de rescate han trabajado sin descanso en busca de supervivientes del terremoto de 7 grados en la escala de Richter que ayer sacudió la región. El último balance de víctimas habla de una veintena de fallecidos y alrededor de 800 heridos.
Aunque el seísmo se dejó sentir también en Grecia, Bulgaria y Macedonia, Turquía se ha llevado la peor parte. Una veintena de edificios se han derrumbado total o parcialmente en la ciudad de Esmirna, que tiene cuatro millones de habitates, muchos de los cuales han pasado la noche al raso.
También ha sufrido daños importantes la cercana isla griega de Samos, situada a una decena de kilómetros de epicentro del terremoto. Allí han fallecido dos adolescentes a los que el seísmo sorprendió mientras volvían a casa del instituto y sobre los que cayeron los muros de una vivienda. Además, un minitsunami golpeó la isla inundando las calles de varias localidades. Las réplicas del terremoto se han dejado sentir toda la noche.