Por Chanito Isidron

En la inquieta humanidad, la ambición por el dinero es un deseo altaner de cruel superioridad.

Dolorosa enfermedad que en algunos se presenta. Mal que la inquietud aumenta y se torna en obsesión, pues quien se robó un millón quiere robarse  50.

Los que acumulan millones han llegado a presumirse que nunca van a morirse por sus ricas condiciones.

No saben esos ladrones que la muerte les espera. Que una palidez de cera les alterará el color y tendrán igual valor que un muerto pobre cualquiera.

El funcionario altanero que en el vulgo sobresale, se cree que en el cielo vale la influencia del dinero. Cuando le dá por entero la patada a la tarima, su mujer llora con grima, luego lo entierra callada y le echa una tonelada de arena y cemento encima.