Para mí, celebrar el Día de la Libertad (Juneteenth) era como planificar una fiesta de cumpleaños o una reunión familiar. En 1987, mi padre organizó el primer encuentro del Día de la Libertad en Grand Prairie, Texas, y continuó haciéndolo durante toda mi infancia, lo que terminó por inculcármelo. Semanas antes de la fecha, mi familia y nuestros amigos solían crear itinerarios y buscar proveedores de comida soul (tradicional de las comunidades negras del sur de Estados Unidos), intentábamos generar un ambiente diferente al año anterior, para mantener a la gente entusiasmada por asistir, todo con un presupuesto ajustado.
Algunos años había múltiples presentaciones musicales y actividades costosas. En otros, se realizaban concursos sin premios monetarios. Pero cada año, sin importar la cantidad de financiamiento obtenida, dos temas se mantenían fieles: la comunidad y el orgullo de ser de Texas.
El 19 de junio de 1865, dos años y medio después de la Proclamación de Emancipación por parte del presidente Abraham Lincoln, soldados de la Unión llegaron a Texas para informar que la Confederación se había rendido dos meses atrás y que las personas esclavizadas ya eran libres. Texas fue el último estado en recibir la noticia. En celebración del tan esperado fin de la esclavitud, los texanos negros nos reunimos cada año para recordar a nuestros ancestros y el trato cruel que soportaron por siglos.
En un estado conservador donde todavía se congregan grupos de supremacistas blancos y las banderas de los Estados Confederados ondean en la parte trasera de camionetas, es una manera de señalar que somos tan texanos como cualquiera y que nuestra cultura tiene influencia en un lugar que alguna vez retrasó nuestra emancipación. El Día de la Libertad es un recordatorio de que nuestra libertad se ganó peleando. No nos la regalaron. Es el modelo para los cientos de movimientos que siguieron y que siguen buscando garantizar la libertad obtenida.
En 2020, durante un clamor nacional de justicia, el reconocimiento del Juneteenth parece ser más grande que nunca: un número cada vez mayor de compañías, incluyendo Vox Media, Twitter y Square, establecerán desde ahora el 19 de junio como un día festivo permanente en sus compañías. La fecha además se siente más relevante y oportuna que nunca. Es un recordatorio de que la libertad plena sigue siendo una deuda histórica.
La mañana del Día de la Libertad siempre comenzaba con un desfile. Equipos de baile, bandas estudiantiles y grupos de iglesias mostraban sus talentos mientras que los negocios pequeños y los centros recreativos locales conducían carros alegóricos para mostrar su apoyo a la comunidad negra.
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Si no marchaba con mis amigos, me iba de aventón en la parte trasera de la camioneta de mi abuelo, donde solía sentarme junto a mi padre. Poníamos música de Prince a todo volumen mientras los peatones nos seguían sin parar de bailar. Muchas personas le gritaban: “¡Gracias!” a mi padre. Podía ver cuán orgulloso estaba de su trabajo y sobretodo de la hermandad presente en su propio vecindario.
La ruta de 30 minutos nos llevaba hasta el parque. Allí, los niños eran recibidos con castillos inflables, paseos en caballo, canchas de baloncesto y una piscina. Los adultos y ancianos se congregaban alrededor del escenario o daban un paseo por los puestos de comerciantes, debatiendo el concepto de ser un verdadero cristiano y contando chismes del vecindario.
A las dos de la tarde se servía el almuerzo, el cual era antecedido por una oración de agradecimiento guiada por oradores invitados y culminaba con un montón de abrazos y besos de personas que de alguna manera tenían parentesco contigo. Al caer la tarde, los padres empezaban a irse poco a poco, mientras los niños más grandes cazaban luciérnagas o escuchaban a los ancianos contar historias de cuánto había cambiado el vecindario desde que eran niños. Por la noche, las familias se iban a sus casas o al lago a estallar fuegos artificiales.
Toda la celebración duraba apenas seis horas, pero tenía la vitalidad de hacer que te sintieras querido y protegido durante todo el verano. Funcionaba como un recordatorio de que había una comunidad de personas que querían lo mejor para ti, te apoyaban y querían verte tener éxito. Cada vez que salías de una celebración de Juneteenth, te llevabas nuevas historias, nuevas conexiones y un nuevo sentido de lo que significaba ser negro, específicamente lo que significaba ser negro en Texas.
Mientras veo cómo marcas predominantemente blancas publican sus comunicados de Black Lives Matter y escudriño correos electrónicos de editores que finalmente están interesados en mi opinión, recuerdo todo lo que escuché y me dijeron durante las celebraciones del Día de la Libertad.
“Nunca compres en un lugar donde no te contratarían” y “No dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo” son frases que retumban bien profundo en mis oídos mientras transito el proceso de incorporarme a este movimiento. Recuerdo las lecciones de historia y las conversaciones incómodas sobre el racismo sistémico que no escuché en un salón de clases sino de los oradores en el Juneteenth.
Asistir a una celebración del Día de la Libertad era liberador: tenía la libertad de usar mi cabello como quisiera sin ser juzgada, de vestirme como quisiera sin recibir comentarios y de expresarme sin sufrir microagresiones. Todas estas libertades que me fueron otorgadas siendo niña me han moldeado hasta convertirme en la orgullosa mujer negra que soy hoy. Es el único día de cada año en el que he podido existir, sin complejos ni problemas, en un espacio rodeado de personas que realmente desean mi crecimiento.
En respuesta a los asesinatos recientes de Ahmaud Arbery, Breonna Taylor y George Floyd, las protestas y el activismo en línea y callejero se han propagado por todo el mundo. Desde una petición de justicia a nivel nacional hasta la cancelación del programa de televisión Cops, y ahora la instauración de un día feriado que celebra la emancipación, nuestras demandas finalmente están siendo escuchadas. La importancia del Día de la Libertad por fin está recibiendo amplio reconocimiento.
Es probable que este movimiento también pierda su ímpetu a medida que los negocios comiencen a reabrir y la “vida normal” regrese. Pase lo que pase, sé dónde estaré este 19 de junio: celebrando la lucha permanente que la gente valiente e incansable que me precedió espera que mi generación continúe.
Brianna Holt es escritora y editora de Cultura.