“Están actuando como en Chernobil”, se atrevió a decir Lilianne, una vecina que habita dentro del perímetro de seguridad en torno a Notre Dame. La mujer reflejaba el escepticismo sobre los análisis oficiales, que no indican peligro de respirar polvo de plomo suspendido en el aire pero sí han detectado concentraciones muy altas de este peligroso metal en algunos puntos del suelo cercano a la catedral, en valores hasta 60 veces superiores a los normales.
La asociación ecologista Robin des Bois (Robin de los Bosques) estima que unas 300 toneladas de plomo –de la estructura del tejado y de la aguja que se derrumbaron- se volatilizaron durante el incendio del pasado 15 de abril. Dado que la humareda se dirigió hacia el oeste, por efecto del viento, Robin des Bois exige que los análisis no se limiten a las proximidades de Notre Dame sino que se extiendan a lugares alejados, como los jardines de las Tullerías y el parque Bois de Boulogne, así como al agua del Sena y a sus peces. Las pruebas deberían prolongarse durante meses para observar los efectos.