Un día después de conmemorar el primer aniversario de la muerte de Fidel Castro y con la retirada de la presidencia de Raúl Castro prevista para febrero, Cuba celebraba este domingo sus elecciones municipales con un mensaje de unidad desde la cúpula del régimen. El supuesto delfín del general y posible próximo presidente, el vicepresidente Miguel Díaz-Canel, de 57 años y representante de la generación de mandatarios nacida después de la Revolución de 1959, apostó por la “continuidad” del sistema y zanjó:

“No concibo rupturas”.

Díaz-Canel, en declaraciones a los medios, esquivó la pregunta sobre su esperado ascenso a la presidencia y se limitó a reiterar la firmeza del statu quo:

“Habrá presidentes en Cuba siempre defendiendo la Revolución y serán compañeros que saldrán del pueblo, los elegirá el pueblo”.

El vicepresidente, exministro de Educación, es un hombre con reputación de tecnócrata y talante reformista pero este año, acercándose su previsible paso al mando, ha mostrado una faceta más doctrinaria. En un vídeo filtrado en verano se le pudo ver en una reunión con militantes del Partido Comunista cargando contra opositores, medios independientes y partidarios de la promoción de la empresa privada. Sus palabras parecían sacadas del viejo morral oratorio de Fidel Castro y, soltando amarras con su fama de aperturista, se mostró intransigente quienes propugnan una reforma del sistema desde posiciones de izquierda:

“Una oposición que no confronta directamente a la Revolución”, advirtió, “usa un discurso socialdemócrata y no está identificada como gente contrarrevolucionaria”.

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El vicepresidente Miguel Díaz-Canel en un colegio electoral. Y. LAGE AFP

Si en 2015 y en el primer trimestre de 2016, tras el deshielo entre Cuba y EE UU y con las visitas conciliadoras del papa Francisco y Barack Obama, floreció una rama liberalizadora dentro del aparato, respaldada por las ideas de Raúl Castro a favor de un sistema unipartidista pero que diese espacio al mercado y relajase la vigilancia ideológica y social, desde mediados del año pasado se ha producido un paso atrás a un conservadurismo de impronta fidelista, lo que explicaría el endurecimiento sobre la marcha del perfil de Díaz-Canel.

El giro hacia adentro del régimen marcó la jornada electoral, en la que estaban llamados a votar más de ocho millones de cubanos para elegir delegados municipales del Poder Popular —concejales—, de entre los que saldrán en los próximos meses los candidatos a diputados a la Asamblea Nacional —Parlamento unicameral—. Las municipales abren un proceso electoral en el que se formará un Parlamento que ratificará el 24 de febrero de 2018 al nuevo presidente de la República a propuesta del Consejo de Estado.

OTROS CANDIDATOS

 

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La opositora cubana Rosa María Payá. E. MASTRASCUSA EFE

En todo el proceso no está permitida la participación de partidos alternativos al Comunista, establecido como fuerza política única por mandato constitucional. Grupos disidentes han denunciado que el Gobierno ha reprimido las candidaturas independientes a delegados municipales, permitidas sobre el papel en la ley electoral. La plataforma #Otro18 intentó presentar 182 candidatos, pero no lo logró con ninguno.

“El Gobierno tuvo que violar de forma masiva y flagrante su propio andamiaje legal para prevalecer”, afirmaba Manuel Cuesta Morúa, promotor de la iniciativa.

Así, el primer paso de la transición al postcastrismo ha sido más castrismo. La coyuntura ha favorecido este repliegue. La victoria de Donald Trump en EE UU con su política de mano dura hacia el régimen y la tremenda crisis del aliado principal y sostén financiero de La Habana, la Venezuela de Nicolás Maduro, han hecho resurgir la mentalidad de plaza sitiada, de trinchera geopolítica, propia de los tiempos de Fidel. “Hoy estamos haciendo un voto por la Revolución, la patria y el socialismo”, enfatizó Díaz-Canel, que interpretó la jornada electoral como “un mensaje a los que quieren hacer cambiar” a Cuba, “un pueblo que no se va a doblegar”, añadió, “que defendió hace mucho tiempo su soberanía e independencia”.

El canciller cubano Bruno Rodríguez, un peso pesado del Gobierno, también resaltó el “legado” de Castro en las elecciones y concluyó: “Ojalá los norteamericanos pudieran disfrutar de un proceso eleccionario como el nuestro”. A partir de febrero se abrirá un nuevo periodo político en Cuba menos predecible de lo que era hasta ahora.