Según el relato que Khaled le brindó a la BBC, su transformación en un asesino no ocurrió simplemente porque un día se despertó y decidió dedicarse a eso.

Fue invitado a hacerlo.

Ruinas de Raqqa REUTERS/Erik De Castro

Luego de meses de combate, fuerzas leales a Al-Assad finalmente lograron retomar control de Raqqa, en octubre de 2017. / Reuter

Era mediados de 2013, y en una Raqqa devastada por la guerra civil que consumía a Siria desde 2011, se había desatado una feroz competencia interna entre grupos insurrectos locales por apoderarse del lugar. Así fue que Khaled terminó en una pista para aviones en Aleppo, en el noroeste del país, recibiendo “clases” de un instructor francés para matar con un cuchillo, una pistola, cuerpo a cuerpo y a la distancia. Este entrenamiento lo convertiría eventualmente en un fiel servidor de ISIS, el grupo terrorista que acabaría imponiéndose a los demás para tomar las riendas del poder en la región.

De manifestante pacífico a militante radicalizado

El derrotero que llevó a Khaled (para proteger su identidad, no usó su nombre verdadero) a ser uno de los asesinos más prolíficos del grupo liderado por Abu Bakr al-Baghdadi empezó junto al mismísimo conflicto sirio, en los primeros meses de 2011, cuando los efectos de la Primavera Árabe parecían reverberar por toda la región. Según su propia admisión, era religioso pero “no muy estricto”, y su trabajo consistía en organizar peregrinajes.

“Había una sensación de libertad, mezclada con un miedo al régimen. Éramos pocos, entre 25 y 30, y creíamos que estábamos haciendo algo por nuestro país“, recuerda Khaled respecto al primer día que se sumó a una protesta contra el gobierno de Bashar Al-Assad. Las fuerzas de seguridad detenían y arrestaban a los manifestantes cada tanto, y no pasó mucho hasta que le tocó a él.

“Me cambiaron de lugar varias veces, y pasé por las manos de diversas agencias estatales, hasta que terminé en la Prisión Central. Al momento de llegar, ya no podía caminar ni dormir por el dolor de espalda“, recuerda.

“El peor de todos era un guardia del Departamento de Seguridad Criminal que venía día por medio. Nos obligaba a ponernos de rodillas frente a un retrato de Al-Assad, y nos decía: ‘tu dios va a morir, pero él no’. Me encadenaba los brazos al techo, y me flagelaba, gritándome ‘te odio, te odio, ojalá te mueras ahora en mis manos’. Decidí que si Dios me salvaba, buscaría al guardia y lo mataría, sin importarme ni dónde ni cuando lo encontrara“.

Educándose para matar

Para Khaled, salir de prisión significó convertirse automáticamente en un combatiente enfrentado a Damasco. El grupo en el que recaló primero, y el cual lo entrenó, fue Ahrar al-Sham, una de las tantas milicias locales. Asistió a miembros del ejército que querían desertar, secuestró a agente encargados de detener manifestantes y, a los que no mató, los filmó renegando de su lealtad al presidente, cuestión de que no pudieran volver a sus vidas anteriores. En su tiempo libre, se dedicaba a rastrear al agente que lo había torturado.

Despiden a Adhem Sheko, un combatiente que falleció tratando de expulsar a ISIS de Raqqa. / Ivor Prickett - The New York Times

Despiden a Adhem Sheko, un combatiente que falleció tratando de expulsar a ISIS de Raqqa. / Ivor Prickett – The New York Times

“Cuando finalmente lo encontré, me acordé de algo que él me había dicho: ‘si te salvás, y decidís venir por mí, no me tengas piedad’. Y no la tuve. Lo torturé y torturé, hasta que rogó que lo matara, y lo hice. No me arrepiento de nada, ya que no había nadie a quien recurrir para informar lo que hacía esta bestia y no lo haga más. Si hubiera habido una autoridad, las cosas hubiesen sido distintas”.

La dinámica del conflicto obligaba a estar constantemente en guardia, ya que las alianzas y las relaciones de poder cambiaban todo el tiempo. Para Khaled, el asunto había pasado de ser una lucha contra el régimen para convertirse en una lucha por sobrevivir. Primero dejó Ahrar al-Sham para sumarse al Frente Al-Nusra, una suerte de filial de Al-Qaeda en la región, pero a principios de 2014 se hizo evidente que en Raqqa la cima de la jerarquía terrorista le pertenecía a ISIS, lo cual reordenó las alianzas de forma brutal de un día para el otro.

La formación de un doble agente

La estrategia de cooptación de ISIS se dio a través de la forma más antigua de todas: empezó a reclutar a miembros de otras organizaciones a cambio de dinero. Así fue que a Khaled le ofrecieron el puesto de “jefe de seguridad”, con el sobreentendido de que no aceptarlo significaba la muerte. Aceptó el cargo, pero solo luego de que la jefatura de Al-Nusra se lo autorizara, y se dedicó a ser un infiltrado en la organización, recolectando información y plantando pistas falsas respecto de los otros grupos. También secuestró a miembros de ISIS para interrogarlos, y luego los mataba.

Rojda Felat, a Syrian Democratic Forces (SDF) commander, waves her group's flag at the iconic Al-Naim square in Raqa on October 17, 2017.US-backed forces said they had taken full control of Raqa from the Islamic State group, defeating the last jihadist holdouts in the de facto Syrian capital of their now-shattered "caliphate". / AFP PHOTO / BULENT KILIC

Rojda Felat, miembro de las Fuerzas Democráticas Sirias, flamea una bandera luego de retomar Raqqa, en octubre de 2017. / AFP

Para Khaled, el proceso de terror al que ISIS sometió a la población civil era inaceptable. “Les robaban a la gente, además de matarlos o encarcelarlos por las razones más banales. Sacarse fotos, usar celulares, todo llevaba a una pena de muerte. Una vez acusaron a una mujer inocente de adulterio, y la apedrearon hasta matarla mientras sus hijos miraban. Mientras tanto, ellos robaban y violaban a las mujeres a voluntad“, explica.

Durante este tiempo, Khaled se dedicó además a perseguir y matar a militantes de Ahrar al-Sham y Al-Nusra que, según él, habían traicionado a sus grupos de origen por dinero. Armado con una pistola con un silenciador, estima que ultimó alrededor de 16 personas de esta manera.

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A la noche duermo sin ningún problema, porque todos ellos merecían morir.

Khaled, asesino de ISIS

Una característica de la jefatura de ISIS era su insaciable deseo por la novedad. Así se la pasaban cambiando comandantes todo el tiempo, y Khaled sabía que debía hacer algo antes de que le pasara a él. En la primera oportunidad que se le presentó, decidió huir, y eventualmente pudo llegar hasta Turquía, donde se encuentra actualmente.

Interrogado sobre si tiene miedo de que algún día la Justicia eventualmente pueda ir por él, Khaled no pareció evidenciar preocupación. “Las cosas que hice no fueron crímenes. Cuando ves a alguien golpeando a tu padre o a tu hermano, no podés quedarte sin hacer nada. Fue en defensa propia, porque no había autoridad que nos protegiera”.

“Maté a más 100 personas luchando tanto contra el gobierno como contra ISIS, y no me arrepiento… porque Dios sabe que jamás maté a un civil o a alguien que no lo mereciera. Cuando me miro al espejo, veo un príncipe. Y a la noche duermo sin ningún problema, porque todos ellos merecían morir“.