Antes de que Skype o Whatsapp fueran de uso común en nuestra vida diaria, las videollamadas protagonizaron uno de los fracasos comerciales más sonados de la década de los 60 y 70.
El primer aparato capaz de transmitir imagen además de voz y plenamente disponible para el público en general en Estados Unidos se llamaba Picturephone.
Tras ser presentado por Bell Labs, la división de desarrollo de la operadora estadounidense AT&T, en la feria internacional de tecnología en 1964, la empresa empezó a venderlo en 1970.
Permitía ver a la persona que llamabas, y en su versión mejorada era posible incluso enviar documentos o gráficos.
Suena a lo de hoy, ¿no? A la tecnología del Facetime de Apple, a los Hangouts de Google o la llamadas con imagen de Whatsapp.
Sin embargo, el sistema no tenía la flexibilidad de los programas que llenan nuestra pantalla de inicio en el celular y que nos acompañan a todos sitios metidos en el bolsillo.
Además, el precio era muy alto y la privacidad de la conversación quedaba reducida a las dos paredes de la cabina en la que se instalaba el aparato.
Constaba de dos partes, un pequeño televisor de forma alargada que transmitía la imagen y un teléfono. Se podía usar con o sin el altavoz.
En su primera prueba, los visitantes al pabellón de AT&T de la exhibición internacional hicieron cola para hablar durante 10 minutos mediante videoconferencia con un completo desconocido en una exhibición similar de Picturephone en Disneyland en California.
Había unas seis cabinas disponibles.
“Si quería hacer una llamada a través de Picturephone en la feria o si deseaba hablar con los usuarios de Picturephone en otras cabinas, simplemente había que presionar un botón marcado con una ‘V’ para el video”, cuenta Jon Gertner, autor del libro “The Idea Factory: Bell Labs and the Great Age of American Innovation”.
¿Revolución?
Técnicamente, la imagen era la evolución natural del teléfono patentado por Alexander Graham Bell en 1876.
Hasta el visionario Stanley Kubrick, en su célebre película “2001: una Odisea del espacio” incluyó este tipo de llamadas como parte de sus fantasías sobre el futuro de la humanidad.
El oscarizado director, recuerda la publicación especializada Mashable, predijo en esa película que el coste de llamar desde el espacio a la tierra sería tan bajo como US$1,70 por minuto.
Diversos factores provocaron que no solo AT&T fracasara con este producto. En Japón, Mitsubishi o Sony lo intentaron también con dispositivos similares y el resultado fue el mismo.
En contra de lo que Kubrick predijo, el coste de las videollamadas del Picturephone era estratosférico.
Elevados precios
El ciclo de vida de cualquier producto nuevo que sale al mercado nos enseña que conforme más se adopta por los usuarios, más se puede rebajar el coste. Eso nunca llegó a pasar con el sistema AT&T.
Una llamada de Nueva York a Chicago de tres minutos de duración en las cabinas de teléfonos públicos instaladas por Bell Labs en Nueva York, Chicago, Washington D.C. o Pittsburgh costaba US$27 de los de entonces.
El equivalente de esa cifra hoy en día sería US$200, según cálculos de The Atlantic.
Una charla de 15 minutos se traducía en una factura de US$990.
Y no es que la imagen en blanco y negro fuera nítida precisamente.
El último año antes de que AT&T decidiera cerrar el proyecto definitivamente esas cabinas no recibieron ninguna llamada y durante los seis meses siguientes a su instalación, solo se hicieron 71 videollamadas.
Al precio de conexión había que añadir el alquiler y mantenimiento del aparato que ascendía a US$160 (equivalente a US$2.370 hoy día).
En este paquete se regalaban los 30 primeros minutos de charla.
Además, el coste para instalar el Picturephone no se limitaba a un dispositivo. Había que instalar uno para el emisor de la llamada y otro para el receptor.
Factura inicial: el equivalente a US$4.740.
Previsiones erróneas
AT&T estaba convencida de que las empresas comprarían el sistema.
Esa creencia se basaba en la idea de que con el Picturephone, los directivos se podían ahorrar los viajes de negocios, las visitas a clientes o las charlas cara a cara con los inversores.
Pero la operadora no contaba con que la gente no quería ser vista. No quería compartir su imagen.
El sistema era demasiado intrusivo y durante más de 30 años, el público se resistió a adoptar esta tecnología.
Lo que hizo fracasar al Picturephone, pero convirtió en un éxito Skype y los servicios similares es precisamente la idea de la intimidad.
Una cosa es estar tirado en el sofá medio en pijama y que te vea tu familia y otra distinta que en ese mismo contexto tu jefe quiera reportes sobre tu trabajo.
Otra de las limitaciones del Picturephone era la flexibilidad. Había que reservar el servicio con antelación.
Hay un abismo en lo que respecta a la comodidad en comparación con cualquier aplicación que ofrece videollamadas hoy día y que explica por qué esta tecnología ha sido un éxito ahora y hace 50 años, un fracaso.
Con este proyecto, que al final retiró del mercado, AT&T perdió US$500 millones de entonces.