Por Víctor Garrido Peralta
Que fiasco ha resultado ser el Sr. Abinader. De modo indudable es ese el sustantivo que damos una gran cantidad de connacionales a la administración pública vigente; desde los propios perremeístas o simpatizantes, hasta los ciudadanos independientes que votaron por un cambio que ya saben no llegará.
Nuestra mancillada soberanía nos impide guardar silencio en presencia del discurso entreguista del presidente.
Con la elección de la actual gestión, los pronunciamientos de competencia internacional han sido de una actitud ideológica típica de los serviles. Disminuyendo así nuestro Poder Ejecutivo a su ínfima expresión y peligrosamente adosándose a la del presidente Pedro Santana de 1861, salvo la probada valentía de este combatiente en las contiendas del 25 de febrero, 19 de marzo de 1844 y el 21 de abril del 1849.
Es tal el entreguismo del Sr. Abinader, que en el encuentro que como presidente electo sostuviera con el embajador Zhang Run del gobierno de la República Popular China ante nuestro gobierno, este llegó a despreciar públicamente las ofertas de cooperación e inversión que les fueron presentadas. Para después verse precisado a recurrir a los antes desconsiderados en procura de lograr la venta y donaciones de vacunas del COVID-19. Esto así, cuando su incondicionalidad –como al cacique Guacanagarix– no le sirvió para no ser ignorado por las empresas y autoridades estadounidenses. Con lo que quedó transparentado que la gobernanza de la patria no está en manos de un estadista, sino que de un eterno candidato presidencial local, simulando y prometiendo para llegar.
Perturba la ligereza con la que el presidente/candidato Luis Abinader incita a potencias de occidente invadir la República de Haití. A pesar de que ha quedado demostrado que irrumpir al vecino y cliente más cercano y provisor, imponiéndoles gobernantes y fórmulas “maravillosas” no han dado los rendimientos esperados.
¿Cuántas veces, Sr. Abinader, necesita ver repetir en Haití las mismas acciones, arrojar similares resultados? ¿Cuántas vidas habrán de perderse, para que entienda que las ocupaciones no son la solución? ¿Cuándo asimilará que no se enmarca dentro de sus funciones el requerir que sea violentado otro territorio?
Que a esas personas hay que dejarlos que se den el mandato que deseen, no los que les convengan a otros. Yo amo a mi país, pero usted me avergüenza en cada solicitud de irrupción que hace. Me pongo en el lugar de ese pueblo y me duele escucharlo a usted pidiendo a otras naciones tomarlo.
Puedo entender su probable desarraigo, Sr. Abi-Nader por su no lejano origen generacional, pero a la mayoría ciudadana con profundas raíces criollas nos aflige su extraña conducta. Nos duele rememorar la primera invasión y el genocidio de 1492, las múltiples batallas independentistas que llenaron de luto, mal y muerte las familias dominicanas para constituirnos en nación. En lo personal me duele recordar las historias familiares de mi tío abuelo Miguel Ángel Garrido Aybar, quien a temprana edad como periodista se opuso enérgicamente a la Convención Dominico-Americana de 1907; por lo que, entre otras razones, fue exaltado en 1972 al Panteón Nacional, donde sus restos aún no han sido trasladados. Nos duele imaginar el sufrimiento y el horror que produjeron la resistencia a las invasiones de 1916, 1924 y 1965.
Si Sr. Abi-Nader, nos duele la sangre derramada, las vidas mutiladas o perdidas en aras de nuestra libertad.En fin, postulamos que el presidente en campaña dedique los dos años que le restan, a resguardar nuestro amado terruño de gobiernos foráneos y organismos internacionales que pretenden imponernos su agenda. A consumar lo que públicamente juró: «cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes”.
Especialmente en el marco de este desahogo, a proteger la soberanía, fortaleciendo, entrenando, remunerando y equipando los militares que deben preservar toda la frontera de amenazas locales o foráneas –sin improvisaciones– así como dar cumplimiento a la ley de inmigración y trabajo, aunque represente una ligera disminución de los altos beneficios del gran capital que usted representa en detrimento de la mayoría ciudadana. Además de hacer lo propio con la Dirección de Inmigración y el Ministerio de Trabajo, dotándolos con todo lo requerido para que den cumplimiento a las leyes citadas.
¡Dios bendiga la República Dominicana!