La imagen de las cinco chicas en el estadio Azadí de Teherán ha dado la vuelta al mundo en menos de una semana. Sí, a pesar de lo logrado de las barbas y las pelucas, se trata de cinco aficionadas del Persépolis que, ante la prohibición que Irán impone a la presencia de mujeres en los campos cuando se enfrentan equipos masculinos, decidieron disfrazarse para no perderse el partido de su club contra el Sepidrud. Y ganaron. No solo porque el Persépolis venció 3-0 y se hizo con su 11º título de la liga iraní, sino sobre todo porque consiguieron burlar la vigilancia.
Su odisea, aplaudida por las activistas en las redes sociales, constituye un desafío a las anacrónicas leyes de la República Islámica. La última vez que las iraníes pudieron asistir a un partido fue el 5 de octubre de 1981. Los islamistas acababan de hacerse con el poder tras la revolución que derribó al shah y la prohibición de acceder a los estadios se convirtió en una más de las restricciones que impusieron a las mujeres.
No es la primera vez que una chica se cuela en el Azadí. El año pasado ya se desató una polémica en Irán porque una joven, identificada como Hanieh, lo hizo en una final. Pero es arriesgado. El grupo Open Stadiums, que hace campaña por el derecho de las iraníes a estar en los estadios, reveló que 35 mujeres terminaron detenidas el pasado marzo al intentar asistir a un partido al que acudía el presidente de la FIFA, Gianni Infantino. Antes de la visita de este a Teherán, las activistas denunciaron esa discriminación que viola los estatutos de esa Federación. “Me prometieron que las iraníes tendrán acceso a los estadios de fútbol pronto”, dijo Infantino que se entrevistó con el presidente Hasan Rohani.
La clasificación de Irán para los mundiales de 1998demostró que la afición por el fútbol no era solo cosa de hombres. Animadas por el triunfo frente a EE UU, y también por la apertura del recién elegido presidente Mohamed Jatamí, cinco mil mujeres invadieron el estadio Azadí para recibir a la selección nacional a su regreso de Francia. No hubo cambios en la ley. El reformismo de Jatamí no daba para tanto.
Desde entonces, las iraníes reclaman el derecho a animar a sus equipos. Y no pierden ocasión para manifestarlo. En 2004, varias resultaron heridas cuando intentaban acceder a un partido de clasificación para el mundial. Dos años más tarde, la promesa del entonces presidente Mahmud Ahmadineyadde facilitarles zonas específicas en los estadios quedó en agua de borrajas ante la oposición de los religiosos.
El cineasta Jafar Panahi habló del asunto en Offside (Fuera de juego), inspirado por su propia hija. En la película, varias chicas se disfrazan de chicos para intentar colarse en la clasificatoria para la Copa del Mundo frente a Bahréin, también en el Azadí. Las pillaron. Como pillaron el año pasado a ocho aficionadasque trataban de ver el clásico iraní, entre el Esteghlal y Persepolis, en el mismo estadio. Y tantas otras cuyos intentos fracasaron.
No está claro cuál es el argumento para la prohibición. Ante la posibilidad de áreas separadas, quienes se oponen dicen que las mujeres no debieran oír los juramentos que son habituales entre los aficionados. Desde que el año pasado Arabia Saudí levantara su veto a las mujeres en los eventos deportivos, Irán se ha convertido en el único país del mundo en excluirlas.