La delegación estadounidense está encabezada por el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, al que le acompañan el secretario de Comercio, Wilbur Ross, el representante de Comercio Internacional, Robert Lighthizer, el consejero comercial de Trump, Peter Navarro, y el consejero en materia económica, Larry Kudlow. En el otro lado de la mesa lidera las conversaciones Liu He, viceprimer ministro chino y mano derecha del presidente Xi Jinping en asuntos económicos.
Trump ha explicado que su objetivo es que esta brecha se reduzca en 100.000 millones. Vistos los reproches de varios altos cargos estadounidenses que participan en estas reuniones, es muy probable que se pongan sobre la mesa asimismo las quejas sobre lo que Estados Unidos califica de “prácticas injustas”, entre ellas las acusaciones de transferencias de tecnología forzadas por parte de empresas americanas que operan en China o la entrega de subsidios estatales a ciertos sectores.
Tanto el lado estadounidense como el chino han rebajado las expectativas de alcanzar un acuerdo significativo y describen los encuentros más como un “intercambio de ideas” que una negociación formal. Trump, en un tuit, aseguró que “su gran equipo financiero está en China intentando negociar unas reglas de juego igualitarias en lo comercial” y que esperaba reunirse con el presidente chino “en un futuro no muy lejano”.
China, según los analistas, estaría abierta a algún pacto que redujera parte del desequilibrio comercial -aunque no en la medida que quiere Trump- basado en aumentar las compras de ciertos productos estadounidenses o reducir las tarifas. La oferta china podría ir encaminada a bajar los aranceles de los automóviles estadounidenses o abrir su sector financiero, como ya expuso Xi Jinping hace unas semanas durante el Foro de Boao. Esto, de satisfacer a Trump, permitiría a priori evitar la entrada en vigor de los aranceles por valor de 50.000 millones sobre ciertas importaciones del país asiático, prevista para el mes de junio si no hay cambios y que Pekín ha prometido replicar con 50.000 millones más sobre mercancías estadounidenses.
Pero el equipo de Trump puede encontrarse con un muro imposible de romper si lo que pretende es ir más allá del comercio y condicionar la política económica e industrial del gigante asiático, especialmente en lo que al desarrollo tecnológico se refiere. En este sentido se han expresado los medios estatales y varios altos cargos chinos durante los días previos a la reunión, que han pedido a la delegación estadounidense “una intención genuina de escuchar y hablar”. “Hacer oídos sordos a la parte china de la historia supondrá que la delegación vuelva a casa con las manos vacías”, advertía el periódico China Daily este jueves en su editorial.
Chen Fengying, directora del Instituto de Economía Mundial, un centro de estudios vinculado al Gobierno chino, asegura que la mejor vía para resolver las diferencias es que ambos países se comprometan a una “segunda mejor opción”. Pero alertó de que la solución “no llegará de un día para otro” y que China “no cambiará su curso ni repetirá los errores de Japón”, en referencia a los llamados Acuerdos Plaza firmados en 1985, por los cuales Tokio pactó con Estados Unidos y otras potencias europeas un ajuste de sus divisas que derivó en una apreciación del yen con respecto al dólar de más del 50%. La súbita pérdida de competitividad del potente sector exportador nipón llevó al país hacia una política monetaria expansiva que cinco años después concluyó con la explosión de una inmensa burbuja bursátil e inmobiliaria. Décadas después, Japón sigue luchando para salir de su permanente estancamiento económico.