China sabe cómo castigar donde más duele. En el 2010, cuando Noruega concedió el Nobel de la Paz al disidente Liu Xiaobo, Pe­kín reaccionó iracundo y suspendió durante años todas las importaciones de salmón del país escandinavo. En el 2017, el pato lo pagaron los negocios de cosmética, turismo o supermercados surcoreanos, boicoteados sin piedad por la instalación de un escudo antimisiles estadounidense en su territorio. Ahora le ha tocado el turno a Australia, a la que le puede salir muy caro –nunca mejor dicho– su empeño por sacar adelante una investigación sobre el origen del coronavirus.

Escudándose en “problemas técnicos menores”, el gigante asiático anunció ayer la suspensión inmediata de sus importaciones de carne de vacuno de cuatro importantes proveedores australianos. Las plantas afectadas –entre la que se encuentra JBS Australia, la más grande del país– representan alrededor del 35% de res australiana a China, un negocio que mueve unos mil millones de euros al año.

El premier australiano reclama una investigación independiente sobre el origen del virus

En principio, las suspensiones se justifican por supuestas infracciones menores relacionadas con los requisitos de certificación y etiquetado. “Nos preocupa que parecen basarse en cuestiones altamente técnicas, que en algunos casos se remontan a más de un año”, explicó el ministro de Comercio, Simon Birmingham. Aún así, señaló que se esforzarán por dar con una solución que permita reanudar las operaciones “lo antes posible”.

El sector cárnico no es el único en la cuerda floja. China amenaza ahora con aplicar aranceles a la cebada australiana, argumentando que Canberra subvenciona a sus agricultores y se la vende por debajo del precio de coste (una práctica que se conoce como dumping ). Según algunos documentos, Pekín estaría estudiando la imposición de aranceles de hasta el 73,6%. Si la cosa no mejora pronto, otros con papeletas para pasar un mal trago son los sectores del vino, el turismo o la educación.

Gráfico del intercambio comercial entre China y Australia
Gráfico del intercambio comercial entre China y Australia (Diseño web LVE)

Pekín es desde hace años el mayor socio comercial de Canberra, y los intercambios entre ambos rondan los 140.000 millones de euros al año. Pero en los últimos tiempos, la relación entre los dos se ha deteriorado a raíz de sus diferencias geopolíticas en el mar de China Meridional, el aumento de la presencia china en las islas del Pacífico –tradicional área de influencia australiana–, la prohibición a la empresa tecnológica china Huawei de participar en el sistema 5G australiano o la cada vez mayor dependencia del sistema universitario australiano del alumnado chino, que representa casi un 40% del total de sus estudiantes internacionales.

En los últimos días, la tensión entre ambos se ha exacerbado por los llamamientos del primer ministro australiano, Scott Morrison, por llevar a cabo una investigación internacional independiente sobre el origen del coronavirus, que se cree que surgió en la ciudad china de Wuhan. Pekín considera que la iniciativa está políticamente motivada –en particular por Estados Unidos– y que parte de la premisa de que China es culpable, por lo que se niega a darle el visto bueno.

Hace unos días, un editorial del diario estatal chino Global Times ya advirtió de que “el aventurismo” de Morrison podrían ocasionar “un daño irreparable” a las relaciones. Aunque con un tono más moderado, el embajador chino en Australia, Cheng Jingye, también tiró con bala durante una entrevista al asegurar que el pueblo chino está “frustrado, consternado y decepcionado” con Australia. “Quizás la gente se plantee si vale la pena ir a un país que no es tan amistoso con China como parece o se pregunte ¿para qué beber vino australiano o comer su carne?”, dijo.

Por ahora, ambos Gobiernos se esfuerzan por presentar los problemas con el vacuno y la cebada como un mero asunto comercial desligado de la situación política. Sin embargo, pocos les compran ese argumento. “Esto es lo que pasa cuando uno hace grandes declaraciones y se golpea el pecho sin pensar en las posibles consecuencias”, criticó el laborista australiano Joel Fitzgibbon.

Entre tanto, ayer se anunció que China suspenderá durante un año los aranceles que impuso a 79 productos estadounidenses, entre los que hay equipos de radar, piezas de semiconductores, minerales de tierras raras o desinfectantes. La noticia se produce en un momento de gran tensión entre las dos potencias, que van a tener que esforzarse por sacar adelante la fase uno firmada en enero para dar fin temporal a su conflicto comercial.