Hace unos meses la gente salió a los balcones para aplaudirlos. Italia entera les consideraba héroes y de deshacía en elogia hacia todos los compomentes del sistema sanitario. Sin embargo, la memoria colectiva es débil en tiempos de pandemia. Están igual de desbordados que hace unos meses, afrontan los mismos problemas, pero nadie parece acordarse… y ellos sienten que se han quedado solos en la primera línea del frente.
“Es mejor tomar medidas preventivas que pasar por un tratamiento agotador”, explica Nazzareno Santilli, paciente de COVID-19, mientras es atendido por una enfermera. “Así que invitaría a todos a que respetaran las medidas”.
La doctora Elisabetta Teti, como muchos de sus colegas en el Hospital Policlínico Tor Vergata de Roma, siente que están llegando al nivel de saturación, y no está hablando de las camas de cuidados intensivos:
“Todo esto es muy difícil para nosotros. Porque el invierno es largo, así que cuando piensas en revivir marzo y abril, que luego se convierte en septiembre, octubre, noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo… tes das cuenta de que necesitan que te echen una mano”, explica.
Fueron y son meses interminables en los que se vio gravemente alterada la vida familiar.
“En marzo y abril entraba en mi casa, me desnudaba en la puerta, dejaba allí la ropa y los zapatos e iba a ducharme. Usaba mascarilla todo el tiempo. Comíamos a distancia y dormíamos por separado, él (su pareja) estaba en el sofá y yo en el dormitorio. Y ni siquiera nos besábamos”, recuerda. Mientras tanto, en medio de la segunda ola, ya se habla de una tercera en el mes de febrero. El personal médico pide poder realizar su trabajo dignamente, con menos retórica y más medios.