En las clases de Agnes Bulilan, a los estudiantes les cuesta fijarse en lo que hay en la pizarra. “Cada vez que enseño y hay marea alta, la atención de los niños no está aquí, está en el mar….
Ellos te miran, pero realmente están jugando con los pies en el agua”, asegura en medio de su aula de primaria, en la que el líquido elemento le cubre las pantorrillas. “Estaría bien si solo fueran peces, pero los desechos humanos también entran en la clase”, añade. Pese a ello, las clases no se cancelan en esta escuela de primaria de la isla de Bilangbilangan: las inundaciones forman parte de la rutina diaria y hacerlo supondría tener que cerrar el centro
.En octubre de 2013, un terremoto de 7,2 grados sacudió la provincia de Bohol, en Filipinas, provocando el hundimiento de hasta un metro de tierra en algunas de sus pequeñas comunidades insulares.
Desde entonces, varias de estas islas experimentan inundaciones parciales o completas durante las subidas de la marea, lo que lleva a sus habitantes a pasar, literalmente, varias horas al día con el agua en los tobillos.