Tercera noche de disturbios y tensión en Kenosha, en el estado estadounidense de Wisconsin, después de que un joven negro fuera tiroteado por la espalda por la policía. Cientos de personas han vuelto a desafiar el toque de queda impuesto el domingo, cuando ocurrieron los hechos, y el gobernador de Wisconsin, Tony Evers, ha declarado el estado de emergencia.
Jacob Blake, el joven tiroteado, tiene 29 años y ha quedado paralítico, según el abogado de la familia, “solo un milagro podría hacer que vuelva a caminar”.
Un vídeo grabado por un testigo que corre como la pólvora por la redes sociales y ha sido reproducido por todos los medios de comunicación muestra como Blake se resiste a ser detenido e intenta entrar en su coche, momento en el que dos policías le disparan varias veces a quemarropa por la espalda. Las imágenes no aclaran si Blake intentaba coger un cuchillo del interior del vehículo, pero dejan escuchar con nitidez el sonido de los disparos y los gritos de angustia de la novia de Blake, que asegura que sus tres hijos estaban en la parte de atrás del coche.
La explosión de protestas, salpicada de actos violentos, ha puesto en guardia a la madre del joven, Julia Jackson: “Si Jacob supiera lo que está pasando en cuanto a la violencia y la destrucción, estaría muy disgustado”, decía. “A todos los oficiales de policía: Estoy rezando por ustedes. Y por sus familias.”
Los agentes implicados en este nuevo episodio de violencia policial con tintes racistas han sido apartados del servicio. Lo ocurrido se ha colado en la campaña de las elecciones presidenciales y ha reavivado el debate sobre la necesidad de equipar con cámaras corporales a las fuerzas del orden. Según parece, Kenosha aprobó equipar a su policía con cámaras en 2017, pero se ha resistido a adquirir el material debido a problemas de presupuesto.