La escena parecía sacada de una película de ficción. El colosal crucero Opera, de la compañía MSC, perdía el control en el canal de la Giudecca y se estrellaba contra el muelle a gran velocidad. Por el camino embestía al River Countess, una embarcación turística de tipo fluvial con más de 110 personas a bordo. Todo quedó en un susto, con cuatro turistas hospitalizadas por caídas y contusiones, pero quien ha visto las imágenes, con la sirena del crucero retumbando ante el centro histórico, se pregunta cómo puede ser que las consecuencias no fueran peores.
Los venecianos están hartos de los cruceros. El incidente del domingo pasado es para ellos sólo la confirmación en forma de vídeo viral de que lo que llevan pidiendo durante años debe ser una realidad ya. Ayer, miles de personas se manifestaron en las calles históricas de Venecia y llegaron ante la plaza de San Marcos, convocados por el Comité No Grandes Naves. “Fuera cruceros de la laguna”, gritaban al unísono. “Estos gigantes deben salir de la laguna. Son incompatibles con el equilibrio del ecosistema, además de ser peligrosos”, declaró Gianfranco Bettin, presidente de la municipalidad de Marghera, una fracción del Ayuntamiento de Venecia.
Las razones por las que los cruceros amenazan la fragilidad de Venecia están claras. Más allá de la imagen devastadora de las naves emergiendo sobre el casco histórico, pesan las graves consecuencias medioambientales en el delicado ecosistema de la laguna.
La onda submarina que provoca cada buque desgasta los cimientos de los edificios de la ciudad. Además, en la Serenissima cada año 68 grandes naves atracan casi 8.000 horas en el puerto con los motores encendidos, emitiendo 27.520 kilos de óxido de azufre.
Hay casas a 100 metros del puerto en una ciudad de apenas 53.000 habitantes, pues la emergencia turística ha hecho que miles de personas hayan abandonado Venecia ante la sensación de que cada día se parece más a un parque temático.
En el 2017, 18.000 venecianos urgieron en un referéndum que se marchen los cruceros. Por otro lado, hay quien dice que no se puede perjudicar una industria que cada año genera más de 400 millones de euros para Italia y 4.000 empleos permanentes, según un estudio encargado en el 2018 por la división italiana de la Asociación Internacional de Compañías de Cruceros.