Mats Dirkwager
Director del Equipo Forze
España, años setenta. Un extremeño llamado Arturo Estévez Varela recorre las carreteras del país con una motocicleta y un botijo. En cada parada -y una vez congregada la prensa local y un buen número de curiosos- demuestra que su vehículo puede andar con agua, echando primero un trago de uno de los inventos más populares que haya dado nuestro país (el botijo) y llenando después con el mismo líquido el depósito. Algunos artículos de la época califican al ingeniero como un genio que va a conseguir que España se libre de la crisis del petróleo. Pero el inventor, generoso y patriota (quería donar su invento a al estado para el bien de la humanidad) desaparece poco después y no existen registros de su patente de motor con agua en ningún sitio. La historia, situada en una época oscura, en los últimos años de la dictadura franquista, da para teorías de la conspiración y conjeturas varias sobre los poderes económicos enfrentados al individuo que busca el bien común. La realidad (parece) es que la idea de Estévez Varela fue un acercamiento al coche de hidrógeno, un proyecto que todavía hoy continúa investigándose. Mezclando el agua con boro, el inventor extremeño conseguía producir hidrógeno mediante un proceso químico para propulsar el motor de su motocicleta.