El presidente Donald Trump afrontó una dura tarea en su primer discurso del estado de la Unión. Los antecedentes no le avalan. Ni su Twiter. Trató de restañar la profunda herida social y tender puentes para lograr la unidad en la acción política de ambos partidos en cuestiones como infraestructuras o inmigración, terreno en el remarcó el lado más oscuro para compensar su oferta de ciudadanía a los llamados soñadores. Así que, ese espíritu conciliador, en el que se despojaba de la parte insultante del ‘trumpismo’, mantuvo los elementos más conservadores de su agenda, con gestos de cara a la galería republicana como mantener abierto el penal de la base de Guantánamo (Cuba).
Hubo muchos aplausos de los republicanos, incluso gritos de U-S-A y un silencio absoluto de los demócratas (salvo un abucheo), lo que denota que su discurso no caló. En una encuesta de la CNN, el 48% de los que siguieron el discurso –el tercero más largo, de 80 minutos-, lo valoraron positivamente. Es el mismo porcentaje que logró Barack Obama en el 2010. “Hemos estado un año intentando restaurar los lazos de confianza entre los ciudadanos y sus gobernantes”, afirmó. Sonó a fracaso.
Trump llegó al discurso con una aprobación popular inferior al 40%
A la sombra del Rusiagate, Trump llegó a esta cita en el Capitolio, la noche del martes en Washington (esta madrugada en España) con una aprobación popular que se sitúa en una media por debajo del 40%, el nivel más bajo de cualquier presidente de la era moderna en su año inaugural. No sólo eso. Un 67% de los estadounidenses creen que el país está más dividido que antes de su llegada a la Casa Blanca.
Había otra aprobación en juego, la de su esposa. Melania Trump, la primera dama, se dejó ver de nuevo, después del plantón que le dio a su marido en el viaje a Davos (Suiza) la semana pasada. Su negativa a acompañarle se produjo al poco de que trascendiera que los abogados de Trump pagaron 130.000 dólares a la actriz porno Stormy Daniels. Por su silencio. Se supone que en el 2006, mientras Melania cuidaba de su hijo Barron, recién nacido, el padre se iba de orgía. Para más suspicacias, ella llegó al Congreso en un coche diferente al de él. Pero estuvo ahí, aplaudiendo, y regresaron juntos a su hogar.
“Este es nuestro nuevo momento americano. Nunca ha habido una época mejor para empezar a vivir el sueño americano”, aseguró Trump pese a esos antecedentes de ruptura en Estados Unidos. Según su visión, “estamos construyendo una América segura, fuerte y orgullosa”.
Comentarios como éste ilustraron el nudo de su intervención. A partir del recorte de impuestos, promesa que ha hecho realidad, Trump dijo proveer “alivio a la clase media y a los pequeños negocios”, así como beneficios a más de tres millones de trabajadores que pagarán menos. “Hemos rechazado el corazón de la desastrosa Obamacare (reforma sanitaria del anterior presidente)”.
Trump presumió del bajo índice de paro en EE.UU.
Desde esa perspectiva de éxito económico, en la que remarcó el bajo índice de paro, en especial de los afroamericanos o la “reindustrialización”–obvió los logros de Obama o que las grandes corporaciones son las grandes ganadoras con su nueva fiscalidad– buscó reparar, a base de optimismo, la fractura social que él ha ahondado. “Juntos podemos conseguir lo que sea, si tenéis fe en América. Os hablo del futuro que queremos, todos juntos, como un equipo, como un pueblo, una familia americana. Compartimos la misma casa, el mismo destino, la misma bandera” (gran ovación).
No faltó el patriotismo y el elogio a militares, policías y a veteranos. “Estamos orgullosos de defender nuestra himno”, otra tanda de aplausos, en clara referencia a los futbolistas negros que ponen la rodilla en el suelo al sonar la música. También reclamó que se debe dar poder a cada secretario del gobierno para echar a los funcionarios que “minan la confían pública” y premiar “a los buenos”.
Todo esto lo iba ilustrando con ejemplos. En la tribuna de invitados con la primera dama había una quincena de personas. Entre estas, dos matrimonios –de las que dos madres y un padre eran hispanos- que perdieron a sus respectivas hijas a manos del crimen organizado del MS-13, las bandas de latinos que causan terror, en especial en Long Island, en el estado de Nueva York. También estaban el policía que adoptó al crío de una madre víctima de una sobredosis de opiáceos y algunos héroes de guerra.
En su línea argumental, el presidente apeló a ambos partidos para unirse a fin de “dotarnos de unas infraestructuras seguras, rápidas, confiables y modernas que necesita nuestra economía y se merece la gente”. El plan subiría a 1,5 billones de dólares, del que no aportó detalles o datos para su financiación y en el que citó puentes, autopistas, carreteras, trenes o suministros de agua, todo hecho “por manos americanas”, ciudadanos que pasen “de recibir subsidios a trabajar, de la dependencia a la independencia”.
Los inmigrantes “recibirán ayuda con políticas centradas en el mejor interés de los trabajadores y familias americanas”
El otro puente a la acción conjunta de los dos partidos se refirió a la inmigración, “comunidades que luchan, especialmente las de inmigrantes, recibirán ayuda con políticas centradas en el mejor interés de los trabajadores y las familias americanas”. Esto pareció más bien un guiño a sus bases que a la de los que buscan regularizar su situación, por cuanto incidió en reforzar las fronteras y sacó de nuevo los crímenes cometidos por “aliens” que entraron como menores o que se cuelan. Pidió legislar contra esto, “porque los americanos también somos soñadores”, afirmó.
Aún así insistió en su oferta de dar la ciudadanía a 1,8 millones de los llamados “dreamers”, jóvenes indocumentados que entraron siendo niños – “un número tres veces mayor que el de anteriores administraciones”, recalcó- siempre que cumplan “los requisitos de educación y trabajo”. A cambio de 25.000 millones para construir el muro y recortes en la inmigración legal por la restricción de visados, tanto los que se conceden por cadena familiar (se escucharon abucheos en la bancada progresista) o por lotería, puesto que deben entrar “los que estén preparados y demuestren amor a nuestro país”.
Tanto los suyos, los halcones que se oponen a lo que llaman la amnistía de los ilegales, como los progresistas, han mostrado su descontento. Pese a todo les dijo: “Extiendo mi mano abierta para trabajar con los demócratas y los republicanos y así proteger a nuestros ciudadanos, de cualquier origen, color y religión”, insistió.
Habló del tiroteó que casi le causó la muerte al republicano Steve Scalise y recordó la unidad que originó entre todos los congresistas, sin banderas ni símbolos de partido. “No es suficiente estar juntos en la desgracia. Os llamó esta noche para dejar de lado nuestras diferencias y unirnos en la ayuda de aquellos a los que servimos”, reitero
Un discurso pensando en las elecciones legislativas
Su iniciativa, entre el elogio económico y la llamada a la unidad, pretendía anclar una estrategia electoral. Este noviembre hay elecciones legislativas y su estilo divisivo pone de los nervios a muchos de los republicanos que ven peligrar su escaño. Varias encuestas señalan que los demócratas pueden ganar la ‘House’ y competir por hacerse con el Senado.
La unidad de acción parece compleja. Al menos media docena de legisladores optaron por boicotear el acto y no asistieron. Mujeres demócratas vistieron den negro en solidaridad con el movimiento #MeToo. Los progresistas también llevaron sus invitados, como jóvenes soñadores, que con su acción se arriesgaron a ser detenidos, o la alcaldesa de Puerto Rico, Carmen Yulín, alcaldesa de San Juan de Puerto Rico, voz muy crítica con Trump por lo que considera mal trato a la isla tras el impacto del huracán María.
Además, si su estilo pactista preocupaba a sus bases más populistas, las que lo ensalzan por su cerco al establishment, tampoco ellos se sintieron abandonadas. Tal vez para compensar, o para eclipsar la conciliación, su intervención tuvo mucho de dedicatoria a sus más fieles. “Hemos acabado la guerra a la energía en América y la guerra al carbón limpio”, mensaje que dirigió a los trabajadores blancos que se sentían abandonados, prescindiendo del cambio climático. También remarcó que “hemos pasado página a décadas de tratados comerciales injustos, la era de la rendición económica se ha acabado”. Y recalcó su pugna contra la burocracia. “Construimos el Empire State Building en un año, ¿no es una desgracia que ahora se requieran diez años para el permiso de una carretera”.
Ensalzó el éxito en la lucha contra el Estado Islámico, “hemos liberado casi el 100% del territorio”. Marcó musculatura ante Corea del Norte: “Las experiencias del pasado nos han enseñado que la complacencia y las concesiones sólo invitan a la agresión y la provocación. No repetiré los errores de pasadas administraciones que nos han llevado a una posición peligrosa”. En medio de la creciente tensión, reconoció al desertor Ji Seong-Yu llevándolo a la galería de invitados.
Obvió la investigación por la posible interferencia del Kremlin en su campaña electoral
En este contexto anunció que ha firmado la orden para mantener abierto el penal de la base de Guantánamo, un acto retórico porque el Congreso ya impidió su cierre. “Encaramos regímenes deshonestos, grupos terroristas, y rivales como China y Rusia que desafían nuestros intereses, nuestra economía y nuestros valores”, sostuvo también.
Pese a esta referencia a Rusia, de lo que no dijo nada es sobre la investigación por la posible interferencia del Kremlin en su campaña. Sus asesores se lo aconsejaron. Queda el recuerdo de su admirado Richard Nixon en 1974: “Creo que es el momento de poner fin a esta investigación. Un año de Watergate es suficiente”. Dimitió a los pocos meses de su discurso.
Una vez concluyó su discurso, la réplica demócrata oficial se la dio el último representante de una gran dinastía. Le tocó a Joe Kennedy, nieto del senador Robert Kennedy y sobrino-nieto del presidente mártir John F. Kennedy. Hubo también respuesta en español, que realizó Elizabeth Guzmán, la primera hispana inmigrante elegida en el congreso de Virginia. Además, otros tres progresistas, como Bernie Sanders, también replicaron.
Si Trump construye muros, “mi generación los derribara”, señaló Joe Kennedy. Aseguró que estamos con el #MeToo, con Black Liver Matter y se dirigió en español a los soñadores: “Vamos a luchar por ustedes y no les vamos a dejar”.