“Fascismo” es una palabra desagradable. Define un movimiento que representó las décadas más sangrientas que ha visto el mundo moderno.
Eventualmente las fuerzas del fascismo y el nazismo fueron derrotadas por las fuerzas de la democracia. Pero ¿fueron realmente derrotadas, o sólo estuvieron inactivas durante las décadas que siguieron?
La política y diplomática estadounidense Madeleine Albright tiene sus propios recuerdos de lo que fue el fascismo.
Albright, que nació en 1937 en la entonces Checoslovaquia, huyó con su familia cuando los nazis ocuparon su país en 1939. Y llegó a ascender los altos cargos del poder en su país adoptivo.
Fue secretaria de Estado de Estados Unidos, la primera mujer que ocupó ese cargo, durante la administración de Bill Clinton, y ahora acaba de publicar un libro cuyo título da mucho en qué pensar: “Fascism: A Warning” (Fascismo: una advertencia).
Albright visitó los estudios de la BBC para hablar con el periodista John Humprys del programa Today.
John Humphrys: en primer lugar, ¿qué es fascismo?
Madeleine Albright: Uno de los problemas es que es un término difícil de definir. Se le utiliza en cualquier contexto: si alguien no está de acuerdo contigo, lo llamas fascista. Si no dejas que tu hijo adolescente conduzca el auto, él te llama fascista.
No es una ideología, es un modo de operar. Es cuando hay una enorme división entre los que son tribales y surge un líder que se identifica a sí mismo con ese grupo y en contra de la minoría, de “los otros”, y los excluye de todo.
Es una total falta de respeto por el Estado de derecho, ciertamente no quiere la libertad de prensa. Utiliza la propaganda para promover sus opiniones y está dispuesto a usar la fuerza para obtener lo que quiere. Centraliza toda la autoridad y no tolera la disidencia.
¿Cuál es exactamente la “advertencia” a la que se refiere en su libro? ¿Es sobre el presidente Trump?
Primero déjeme decirle que yo planeaba escribir este libro antes de saber quién ganaría la presidencia o quién iba a ser elegido. Porque el fascismo surge del hecho de que hay divisiones en cualquier sociedad y un líder fascista agrava esas divisiones.
Lo que a menudo ocurre, y eso me sorprendió mucho cuando hice la investigación para este libro, es que todos los países que analicé tuvieron elecciones y un líder elegido. Fueron líderes que crearon divisiones y agravaron las diferencias y pude ver que hay varios pasos que pueden llevar en esa dirección.
Mi libro se llama deliberadamente “Una advertencia”, y algunos pensarán que es alarmista y sí, lo es a propósito. Uno de los dichos que tenemos en Estados Unidos es: “ve algo, di algo”. Yo agregaría: “haz algo”. Y esto es lo que he hecho con mi libro.
Y cuando usted habla de “una advertencia”, ¿se trata de una advertencia sobre el presidente Trump, de que potencialmente -por decirlo así- es un fascista? ¿O tiene tendencias fascistas, si es que puede existir este tipo de tendencias?
(Trump) no es un fascista. Pero sí pienso que es el presidente más antidemocrático en la historia moderna de Estados Unidos. De hecho se ha identificado a sí mismo con un grupo que, de alguna forma, es tribal y nacionalista.
Pero, todos los políticos se identifican a sí mismos con grupos, ¿no es así?
Sí, es cierto, pero buscan puntos en común. Pienso que un político democrático es alguien que tiene ideas y opiniones pero está dispuesto a escuchar a los otros y a tratar de encontrar un punto en común.
Lo que he visto que está ocurriendo en Estados Unidos es una división deliberada de la gente poniéndonos a unos en contra de otros.
Hay otra cosa que me tiene muy nerviosa y es la falta de respeto por las instituciones y francamente el uso de mítines públicos para provocar a la gente.
¿Acaso no todos los políticos hacen eso? Suelen buscar a sus bases de poder para explotarlas y lograr ser elegidos, ¿no es así?
Hay una diferencia entre encontrar una base y explotar o exacerbar las cosas para poner a un grupo en contra de otro. Mientras quien busca encontrar una base, busca encontrar la forma de expandirla pero no a costa de vituperar y castigar a “los otros” y quitarles sus derechos.
¿Está Donald Trump haciendo eso?
Creo que lo que está haciendo es socavando la capacidad de la gente para expresar sus opiniones. Todo ese asunto de las noticias falsas, de que si alguien no está de acuerdo está cometiendo traición.
Son toda una serie de palabras y hechos, como ser totalmente irrespetuoso con la gente que no lo apoya o no se pone de pie ante él en el Congreso.
Tenemos que recordar que la democracia no es sólo gobernar para la mayoría sino también por los derechos de la minoría. Y pienso que estos derechos no están siendo respetados.
Hay que ver como el presidente Trump habla en el Congreso sobre las minorías e inventa cosas sobre la conducta de estos grupos. Y también está la forma como le falta al respeto a aquéllos con quienes no está de acuerdo.
Deliberadamente no lo he llamado fascista, pero sí es antidemocrático.
También podemos argumentar que Trump fue elegido porque un gran número de personas lo vio, de alguna forma, como antipolítica, porque se mostró en contra del poder en Washington
Por eso, como dije antes, yo quería escribir este libro antes de saber quién ganaría las elecciones porque vi que había, y hay, muchas divisiones en Estados Unidos.
No solo en Estados Unidos, sino también en Europa y el resto del mundo, hay divisiones. Y un líder responsable intenta encontrar la forma de sanar esas divisiones y de operar de forma en la que no provoca que un grupo se enfrente al otro, es decir, busca una base de poder y no agrava las divisiones para profundizarlas aún más.
¿Cree que Trump está teniendo un efecto en el resto del mundo, o él forma parte de este “movimiento?
Las dos cosas, francamente. Hemos visto como su elección precedió a otras elecciones similares en Europa.
Obviamente Mussolini fue el primer fascista y tanto él como Hitler llegaron al poder de forma constitucional. En Italia el príncipe Emmanuel le entregó el poder porque vio divisiones y debilidades y lo mismo hizo Von Hindenburg en Alemania.
Los otros países que analicé, Hungría, Polonia, Turquía, Filipinas y Venezuela son países en los que hubo elecciones, donde hay divisiones y hay gente que siente que ha sido ignorada o que el liderazgo es demasiado elitista y no les presta ninguna atención.
Así que hay un “movimiento”, si es que podemos llamarlo así, y definitivamente hay una situación en la que la gente se siente ignorada y abusada por la élite.
Pero también está el factor que yo creo que ha agravado todo y es, desafortunadamente, la migración.
Porque parte del fascismo es encontrar un chivo expiatorio para responsabilizar a alguien más. Y culpar a los judíos o a los extranjeros también forma parte de la definición de fascismo.