Estudiando lógica, la paradoja de Epiménides, a veces llamada paradoja del mentiroso, es la declaración de un mentiroso que afirma que está mintiendo.
La paradoja, nombrada así por el filósofo cretense Epiménides (alrededor del 600 AC) funciona así: Epiménides declara que “todos los cretenses son mentirosos”, pero como él es cretense entonces es mentiroso. Y, siendo mentiroso, su afirmación debe ser falsa; por tanto todos los cretenses son veraces.
Los científicos sociales utilizan a menudo la paradoja del mentiroso para ilustrar el problema de la autorreferencia en la cual procesamos información acorde a nuestras inclinaciones. Deberíamos ser racionales, pero nos falta racionalidad. Consumiendo información no ampliamos la exactitud de nuestras opiniones, sino reforzamos nuestras creencias. El fenómeno se comprueba totalmente en las opiniones políticas expresadas por columnistas y comentaristas en los medios.
Nos auto engañamos y nos equivocamos bastante sobre la profundidad de nuestro conocimiento del mundo. Si preguntáramos a una muestra de personas al azar si entienden cómo funciona su reloj pulsera la mayoría respondería que sí. Pero si les pidiéramos una explicación detallada de cómo es que nos dice la hora es improbable recibir una explicación rigurosa.
Los científicos sociales llaman esta inclinación Ilusión de Profundidad Explicativa. “La mayoría de las personas sienten que entienden el mundo con mayor detalle, coherencia y profundidad que lo que realmente piensan” (Rozenblit y Keil). En jerga cubana, piensan que “se las saben todas”.