“Era un día terrible, con mucho viento”, nos cuenta el surfista. Medio país estaba con alertas marítimas, los pesqueros amarrados, dos días antes se había sentido un terremoto. Solo para surfistas como Vau esa naturaleza desbocada se puede calificar de buena. “Estuvimos más de tres horas en el agua. Yo había intentado varias veces coger ola, pero era imposible por la mala visibilidad y los fuertes vientos”.
Se ha calculado que la ola montada por Vau tenía una altura de 35 metros, aunque se aguarda la medición oficial, siempre difícil con un cuerpo cambiante de forma y en movimiento. El posible récord no cambia la vida de Vau, que sigue saliendo cada día al encuentro de la naturaleza más salvaje sin importar el riesgo.
“Nos preparamos para estas situaciones de la vida; sin el equipo que hay detrás sería imposible. El surfista de las olas grandes no puede hacer nada solo”. Junto a Vau trabajan dos motoristas de socorro, fundamentales para sacar del agua al deportista antes de que caigan sobre él toneladas de agua. Más de uno y de una ha sufrido graves heridas, como el británico Andrew Cotton o la brasileña Maya Gabeira, siempre aquí en Nazaré, donde las olas alcanzan proporciones monstruosas.