La cicatriz que Abel Valdés tiene en el costado no es su único recordatorio de que le debe mucho a su esposa por darle una segunda oportunidad en la vida.

Los platos sucios amontonados en la cocina de su casa en Kendall también son testigos, dice Gabriela Valdés, de 36 años.

“Recuerda el riñón que está ahí”, dice Gabriela, dándole unas palmaditas en el estómago mientras sonríe. “Hay que fregar los platos”.

Unas dos semanas después que esta madre de tres niños fuera operada para ayudar a su amor desde la secundaria, ambos se han recuperado bien y Abel ya no tiene que someterse a un agotador tratamiento de diálisis para filtrar las toxinas y el exceso de agua de su cuerpo.

La pareja, casada desde el 2006, ofreció detalles sobre su recuperación durante una conferencia de prensa en el Jackson Memorial Hospital el jueves. A ellos se unieron sus tres hijos: Victoria, de 12 años; Alejandro, de 9 y Adrián, de 5, junto con su médico y cirujano.

“Le estoy muy agradecido con ella”, dijo Abel.

Abel, de 38 años, fue diagnosticado con insuficiencia renal crónica hace unos cinco años, durante el tercer embarazo de Gabriela. En el 2016, comenzó con diálisis y se incluyó en la lista nacional de trasplantes. Pero la diálisis, combinada con su hipertensión y diabetes, resultó ser demasiado para su cuerpo, y necesitó una cirugía a corazón abierto en octubre.

Luego fue asignado a médicos que trabajan para el Miami Transplant Institute (MTI), una afiliación entre Jackson Health System y UHealth, el Sistema de Salud de la Universidad de Miami en Jackson Memorial Medical Center.

Mientras tanto, Gabriela no sabía que era “perfectamente compatible”, dijo Giselle Guerra, directora médica del programa Living Doner Kidney y doctora del Miami Transplant Institute.

“No tienes que ser un pariente para ser donante”, dijo Guerra. “Todo lo que necesitas es ser compatible con el tipo de sangre”.

Agregó que, idealmente, los médicos prefieren que un donante y un receptor tengan tantos genes en común como sea posible para aumentar las probabilidades de que el cuerpo del receptor no rechace el órgano donado.

“No pensé que fuera una opción para mí ser donante”, dijo Gabriela. “No pensé que podría hacerlo, especialmente cuando no tenía nexos familiares con él”.

Y para aquellos que no son compatibles, dijo Guerra, el programa de intercambio del Miami Transplant Institute permite a los donantes regalar un órgano a un extraño que tenga un tipo de sangre compatible a cambio de que su ser querido reciba el órgano de otra persona.

Guerra dijo que el Jackson supervisa cada año entre 80 y 100 trasplantes de riñón con donantes vivos, pero cada uno tiene sus propios desafíos.

Después de la cirugía el 20 de marzo — operaciones que duraron alrededor de tres horas y media para Gabriela y cuatro horas para Abel — Gabriela recuerda que cuando despertó la llevaron al lado de su esposo. Los dos se tomaron de la mano tal como lo hicieron horas antes de que los anestesiaran, como en la fiesta de graduación de Gabriela.

Y al igual que en aquel entonces, los dos se sentían esperanzados sobre el futuro.

“Fue un alivio saber que ya lo logramos”, dijo Gabriela. “Ahora estamos en el camino de la recuperación y el resto de nuestras vidas”.