Sí, tus hijos ven porno (y así les afecta)

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Nunca antes ha sido tan fácil ver porno. Nunca antes se ha consumido desde edades tan tempranas. Los chavales se inician hoy a los nueve años. Gratuitos y accesibles las 24 horas del día, los contenidos de sexo explícito que inundan la Red se han convertido en la educación sexual del siglo XXI a falta de formación específica. Y en una fuente de confusión para los adolescentes en sus primeras relaciones adultas.

La pornografía es un invento que suma cuatro siglos. Su industria prosperó en los años sesenta. Desde entonces, generaciones de hombres y, en menor medida, mujeres se las han ingeniado para saciar su curiosidad con un informal pero eficiente sistema de compraventa y préstamo de revistas, cintas de VHS o incluso DVD. La novedad, en el siglo XXI, es que ya ni siquiera resulta necesario recurrir al ingenio: disponemos de porno ilimitado y gratuito en la palma de nuestro smartphone.

—Las películas porno son ciencia-ficción. Como Spiderman o Star Wars. Hay actores y efectos especiales. No son reales. ¿Me seguís?

Los alumnos de 3º de la ESO (14-15 años) de un instituto público de Avilés asienten, sin demasiado convencimiento, a las explicaciones de Iván Rotella, que hoy imparte una de las tres sesiones de educación sexual del curso. Un chaval rubio, de frondoso flequillo, rostro angelical y con el estirón aún pendiente, le devuelve una mirada de burlón escepticismo.