Te hicieron daño. Un amigo menospreció una meta que te propusiste o un colega te hizo una mala jugada, y te sientes herido y enojado, quizá incluso quieres desquitarte. En algunas ocasiones esos sentimientos negativos desaparecen con el paso del tiempo, pero en otras se enconan y se convierten en obsesiones tóxicas.
Sabes bien que “dejarlo pasar” probablemente es la opción más saludable, aunque muchas veces la sed de venganza es mucho más atractiva.
Pero ¿por qué?
Todo surge a partir de nuestra naturaleza, ya que los humanos somos seres protectores, especialmente cuando nos sentimos amenazados, según Robin Gaines Lanzi, profesora de conducta y de salud en la Universidad de Alabama.
“Si lastiman o amenazan algo que apreciamos —ya sea a nuestros hijos, pareja o seres queridos, nuestro trabajo o alguna causa que nos apasiona—, es instintivo querer hacer algo al respecto”, dijo Gaines Lanzi. Cuando nos hacen algún mal, buscar venganza es un instinto primitivo, agregó.
Y, aunque no queramos admitirlo, la venganza es una fuente auténtica de motivación; vengarse de los críticos es algo que ha sido usado por el patinador olímpico estadounidense Alan Rippon o por la cantante Taylor Swift.
Sin embargo, ¿es saludable? Pues… sí y no.
“En los libros y las películas, la venganza siempre es un grandioso momento de liberación que le permite triunfar a alguien que ha sido maltratado”, comentó Peg Streep, escritora de textos científicos y autora de Mean Mothers: Overcoming the Legacy of Hurt (Malas madres: cómo superar un legado hiriente). “La venganza es un buen elemento en las tramas de ficción porque es muy satisfactorio ver esta venganza de ojo por ojo, particularmente en un mundo que no siempre es justo”, dijo.
No obstante, aunque es cierto que el justiciero es un protagonista popular en muchas historias, desde los cómics de culto hasta los éxitos taquilleros de acción, hay estudios que muestran que a menudo la venganza no solo es efímera, sino que puede hacer que el incidente sea mucho más difícil de olvidar.
“El castigo te ata a la persona de quien te quieres vengar, en lugar de permitir que des la vuelta y te marches”, dijo Streep. “La venganza te mantiene concentrado en el maltrato que recibiste y te impide salir adelante y cambiar la dirección de tu vida”.
Los expertos opinan que, si bien urdir un plan de ataque hasta rayar en la obsesión no es la manera de lidiar con un abuso, al parecer lo correcto es estructurar y procesar estas emociones tóxicas.
“Muchas veces lo tóxico o dañino no es necesariamente la emoción en sí misma, sino la manera en que se sobrelleva”, asentó Erin Engle, directora clínica de Servicios Especializados en Psiquiatría en el Centro Médico de la Universidad de Columbia. “Por eso las personas vienen a terapia, en especial para tratar problemas como el enojo, aunque el problema no es el enojo en sí, sino que más bien es la expresión de esa ira lo que produce algún tipo de consecuencia negativa”.
A pesar de que estas tendencias al enojo y la venganza son comprensibles, eso no implica que nos harán un bien. En realidad, es mucho más probable que lo empeoren todo. Esa motivación para tener un ajuste de cuentas puede vincularte al pasado de una manera que termina por opacar cualquier resultado positivo que pudiera traerte esa motivación, dijo Merideth Thompson, profesora adjunta del Departamento de Administración de la Escuela de Negocios Jon M. Huntsman de la Universidad Estatal de Utah.
Thompson fue coautora de un trabajo de investigación que determinó que si lo que motiva la venganza no conlleva una inversión excesiva de esfuerzo, tiempo y atención tóxica, entonces vengarte podría ser provechoso.
“Si alguien intenta vengarse con un enfoque más orientado hacia el futuro”, dijo, “esa mentalidad tiende a hacer que la persona se concentre en el futuro y que se vuelva más fuerte, feliz y saludable”.
Míralo de esta manera: puedes utilizar una sensación de envidia para analizar si eso te revela algo acerca de lo que valoras y priorizas o puedes perder el tiempo mortificándote y maquinando un plan para lastimar a otra persona en un intento por suprimir ese sentimiento. ¿Qué opción te parece menos eficaz?
Engle respondió que la segunda, aunque solo si encuentras el significado del sentimiento de enojo y lo canalizas en algún tipo de apoyo.
Según estudios relacionados, no se trata de ignorar los sentimientos negativos por completo, lo cual no es nada útil. Más bien, se trata de una elección entre enfocarse en el transgresor y asegurarnos de que pague por lo que hizo o creer en que George Herbert, poeta inglés del siglo XVII, tenía razón: vivir bien es la mejor venganza.
Recientemente, el escritor y artista enfocado en asuntos de la comunidad LGBT Dylan Marron dio una charla en la que habló de cómo lidia con los mensajes de odio que las personas dejan en los comentarios de sus videos. Durante mucho tiempo su reacción fue bloquear a los usuarios o silenciar sus mensajes, pero luego empezó a preguntarse si algunos de los mensajes y comentarios negativos que estaba recibiendo podían ser oportunidades para abrir un diálogo en vez de cerrarlo. Ahora les contesta con una pregunta: “¿Por qué escribiste eso?”.
“Quería enfrentar a mis detractores”, dijo, “no para avergonzarlos, sino para preguntarles por qué escribían algo negativo sobre mí, y entonces ver qué rumbo podía tomar la conversación a partir de ahí”.
Esos intercambios se convirtieron en parte de un podcast creado por Marron y llamado “Conversations With People Who Hate Me” (Conversaciones con personas que me odian). Con frecuencia, este diálogo muestra a personas que descubren intereses en común o experiencias similares, como haber sido intimidados o acosados en la preparatoria. Mediante estas conversaciones, Marron ha podido darle un giro a la negatividad para transformarla en algo bueno.
Además, soltar sentimientos tóxicos puede brindarte el beneficio adicional de sentirte poderoso no por haber ejercido poder sobre alguien más, sino por haberlo ejercido sobre ti mismo.
“Puede que alguien que se siente perjudicado, traicionado o herido por otra persona, grupo o sistema, pierda la noción de su fortaleza personal, y eso puede ser muy inquietante”, afirmó Tiffany Towers, una psicóloga clínica y forense que ha trabajado con personas en libertad condicional que tienen problemas crónicos de reincidencia.
Una persona puede empezar a limitar su perspectiva, dijo, y comenzar a creer que recuperaría su fortaleza al vengarse cuando, en realidad, la fortaleza reside en liberarse.
Al final, todo se reduce a esto: no podemos controlar cuándo las emociones tóxicas invadirán nuestra mente, pero lo que sí podemos controlar es la manera en que reaccionamos ante ellas. Buscar venganza o desquitarse puede parecer una buena idea al principio, pero a largo plazo es muy probable que solo nos perjudique más. Lo mejor que podemos hacer es explorar nuestro interior, encontrar la raíz de ese sentimiento y utilizarlo como aprendizaje o como advertencia para avanzar hacia algo más positivo.
“Si te concentras en ser más saludable emocional, mental y físicamente”, agregó Towers, “no solo te sentirás mejor, sino que podrás manejar futuras dificultades con más aplomo y sabiduría”.