Si hoy el almanaque señalara que vivimos en 1939 y no en 2019 seríamos testigos del inicio del conflicto bélico mundial más sangriento y doloroso que ha presenciado la humanidad. La invasión de Polonia por las tropas de la Alemania nazi, hoy hace 80 años, es el punto de partida de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque 2019 pueda parecer convulso en Europa a ojos del lector de hoy en día, las circunstancias que antecedieron y sucedieron a aquel 1 de septiembre de 1939 siguen sin aceptar comparación alguna incluso para el criterio de los más pesimistas aun admitiendo que el continente –y parte del mundo– aloja ahora gobiernos de tendencias autoritarias.
Algo que ocurre en la misma Polonia o en Rusia, heredera por decisión propia de aquella Unión Soviética que del mismo modo que los nazis se ensañó aquel año con el país con el que colindaba al oeste. Polonia se vio atrapada entre dos vecinos con criminales intenciones.
“Por historia, los polacos temían más a los soviéticos. Habían demostrado ser mucho más beligerantes”, explica el historiador y editor Ricardo Artola.
La firma de un tratado de no agresión entre Alemania y la URSS –con clausulas secretas desconocidas entonces que incluían el futuro reparto del territorio polaco entre ambas potencias–, disparó la inquietud en el gabinete de Varsovia.
A pesar de ello, Polonia no pudo o no supo reaccionar o confió en exceso en la esperada respuesta de sus aliados franceses y británicos.
El ya citado acuerdo de no agresión, conocido como pacto Ribbentrop-Mólotov en memoria de los ministros de exteriores de Alemania y la URSS que lo impulsaron, se firmó el 23 de agosto de 1939. Pues bien, el 1 de septiembre Adolf Hitler confirmaba la orden de poner en marcha la operación Caso Blanco (Fall Weiss), la invasión de Polonia que desde hacía largo tiempo la cúpula militar germánica llevaba diseñando por exigencia del Führer.
Hitler lanzó sus ejércitos de madrugada. En tierra, puso en marcha sus tácticas de guerra relámpago o Blitzkrieg con las que conseguía enormes avances con unidades motorizadas y blindadas, apoyadas desde el aire de forma decisiva por la acción devastadora de la fuerza aérea, la Luftwaffe, que ya había demostrado sus capacidades destructivas en el infausto bombardeo de Guernika.
Aunque oficialmente, el ataque se produjo cuando el acorazado Schleswig-Holstein lanzó sus primeras andanadas artilleras contra la fortaleza de Westerplatte, lo que parece cierto es que la primera acción de una guerra que Alemania no había declarado, se produjo con el bombardeo masivo por la Luftwaffe de la pequeña ciudad polaca de Wielun. Quedó destruida. En dicho ataque, murieron 1.200 personas.