El Ártico, ahora que se deshiela y en el futuro podría dejar al descubierto sus riquezas, es cosa seria. Para Rusia, que como los demás países ribereños querrán aprovechar sus recursos energéticos y la nueva ruta comercial que se está abriendo en el norte. Y para las organizaciones ecologistas, que temen el daño que sufrirá el frágil medio ambiente de la región.

Hacia esa zona envió ayer Rusia su primer reactor nuclear flotante, según Moscú la mejor opción para dotar de electricidad a las ciudades de tierra y a las plataformas petrolíferas existentes en la lejana región de Chukotka. Para, los ecologistas, sin embargo, se trata de un monstruo nuclear, de una amenaza en potencia.

La planta dará energía a la región de Chukotka, pero también a sus explotaciones de petróleo y gas

El buque atómico, bautizado como Académico Lomonósov en honor del sabio ruso del siglo XVIII, partió ayer de Múrmansk, ciudad próxima a la frontera con Noruega, en un viaje de 4.700 kilómetros que le llevará a la otra punta de la costa ártica rusa. Tiene que alcanzar la población de Pevek, en Chukotka, junto al estrecho de Bering y Alaska.

Una vez allí comenzará a funcionar como una central nuclear más, con la gran diferencia de que estará flotando sobre el mar. Tras conectarse a las redes eléctricas, dará suministro a la región, sustituyendo en la labor a la central nuclear de Bilíbino y la planta térmica de Chaunsk, ya obsoletas.