En el verano de 2014, el clérigo musulmán Abu Bakr al-Baghdadi, el líder del Estado Islámico (ISIS, EI, Daesh) proclamó desde una mezquita de Mosul (Irak) el nacimiento del califato, un protoestado nacido del islamismo con ambiciones territoriales en Siria e Irak, con estructuras de gobierno y fuentes propias de financiación.
Ahora, desde julio, Mosul ha dejado de ser el bastión iraquí del Daesh, porque sus miembros han muerto en el asedio de la ciudad o han escapado. La ciudad ha sido liberada, como también Tel Afar, su otro gran feudo en Nínive, y eso supone que la sharia o ley islámica ya no es más la que impera en la zona. Esta norma extrema aplicada por el ISIS es la que ha hecho que, en estos años ya pasados de poderío yihadista, las mujeres hayan estado absolutamente controladas, hasta el punto de que se les ha impedido educarse, ha vetado el uso de ropas de colores, de muñecos o dibujos animados, ha impedido el roce normal entre hombres y mujeres en el zoco de la ciudad antigua.