A primera vista la idea parece prometedora. La posibilidad de acercar a los rincones más remotos del mundo una planta eléctrica no contaminante que a la vez pueda proveer energía a bajo costo, podría solucionar los dolores de cabeza de muchos gobiernos y reguladores medioambientales.
Pero si se tiene en cuenta el historial atómico de la nación detrás de su desarrollo, resulta lógico que varias voces se hayan levantado en contra del proyecto más ambicioso que la agencia atómica rusa Rosatom ha presentado en décadas. Una barcaza equipada con dos reactores nucleares que podría convertirse en moneda corriente alrededor del mundo.
Bautizada oficialmente como Akademik Lomonosov e informalmente por algunos medios como “el Titanic nuclear ruso” y el “Chernobyl flotante”, la embarcación ya ha zarpado para encarar su primera misión.
Más precisamente, el pasado 28 de abril la misma salió del puerto de San Petersburgo con destino a una base rusa en el mar Báltico.
Luego de ser remolcada hasta Murmansk, la planta nuclear flotante fue cargada con combustible nuclear para emprender su camino hasta el puerto ártico de Pevek, donde se espera sea puesta en servicio para el verano del año próximo.
Pero ya han sido varias las organizaciones no gubernamentales como Greenpeace las que han manifestado su preocupación por la eventual presencia en los mares del mundo de verdaderas bombas de tiempo nucleares.
Jan Haverkamp, experto nuclear de Greenpeace para Europa central y oriental dijo que a pesar de que los planes iniciales de probar la planta en San Petersburgo han sido descartados, la amenaza que representa el Akademik Lomonosov continúa siendo real para el medioambiente.
“Probar un reactor nuclear en un área densamente poblada como el centro de San Petersburgo es algo, cuando menos, irresponsable” dijo. “De igual forma, mover el sitio de pruebas del ‘Titanic nuclear’ lejos del ojo público no lo hace menos peligroso” agregó.
“Tener reactores nucleares boyando por el océano Ártico representa un riesgo obvio a un entorno frágil, ya de por si bajo extrema presión debido al cambio climático” dijo Haverkamp. “Este peligroso emprendimiento no es sólo una amenaza para el Ártico, sino también para otras regiones densamente pobladas o vulnerables del planeta”.
La idea de una planta de este tipo comenzó a ganar apoyo luego del desastre provocado por un tsunami en 2011 en la central japonesa de Fukushima. A diferencia de lo que ocurrió en territorio nipón, cuando la creciente marítima inundó los generadores Diesel destinados a enfriar los reactores, en el caso del Lomonosov el acceso a enormes cantidades de agua para el enfriamiento de emergencia sería uno de sus grandes punto a favor.
Por su parte, Rosatom prefiere destacar que su reactor nuclear ambulante puede generar la energía suficiente para dar electricidad a un pueblo de 100.000 personas.
“El Lomonosov ha sido diseñado con un gran margen de seguridad que excede a todas las posibles amenazas y hace al reactor nuclear invencible frente a los tsunamis y otros desastres naturales” compartieron oficiales de Rosatom en un comunicado.
La agencia estatal también aseguró que planea construir una segunda barcaza en 2019, con la intención de exportar el proyecto a otros países. Representantes escandinavos de naciones como Noruega y Suecia han hecho pública su preocupación por un potencial accidente en el mar que pueda tener consecuencias catastróficas.
Con 144 metros de eslora y 98 de manga, el buque contiene dos reactores de 35 megawatts cada uno, similares a los utilizados para impulsar a los rompehielos. Sus constructores aseguran que en principio será usado para dar electricidad a los pozos petroleros, a medida que Rusia avanza con su exploración hacia el norte en el Ártico en busca de gas y otros combustibles.
Sus defensores, entre los que se encuentran Vitaly Trutnev, a cargo de la construcción y operación de plantas nucleares flotantes de Rosatom, aseguran que la nueva aplicación de una tecnología ya existente “podría proveer electricidad y calefacción a regiones remotas, apoyando a la vez un desarrollo sustentable”.
Los reactores flotantes también podrían ahorrar 50.000 toneladas de emisiones de dióxido de carbono al año, por lo que dos compañías chinas que cuentan con el apoyo del gobierno buscan sumarse a la nueva tendencia energética. Según consigna el periódico The New York Times, incluso científicos norteamericanos estarían planificando su propia planta flotante.
“Se encuentran a años luz de nosotros” dijo Jacopo Buongiorno, profesor de energía nuclear del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en diálogo con el NYT.