RIAD, Arabia Saudita.- Su piscina interior, sus terrazas soleadas y el personal de servicio vestido de librea le dan un aire de hotel de cinco estrellas pero en realidad es un centro de desradicalización para yihadistas en Riad.
Este complejo lujoso es un lugar de transición entre la cárcel y la libertad. Y un símbolo de la polémica estrategia saudí de reeducación de yihadistas, basada más en la curación ideológica que en la coerción.
El centro de asesoramiento y orientación Mohamed bin Nayef, dirigido por clérigos y psicólogos, tiene como objetivo impedir que los condenados que hayan purgado su pena vuelvan a la yihad.
“Nos centramos en corregir sus ideas falsas”, recalca Yahya Abu Maghayed, un director del centro, mientras de desplaza en un carro eléctrico de golf junto con reporteros de la AFP a los que enseña el complejo bordeado de palmeras.
Exmiembros de Al Qaida o talibanes se alojan en estos edificios de poca altura, equipados con televisiones de pantalla plana, en medio de campos de césped cuidado. Pasean libremente, vestidos con túnica blanca.
Tienen acceso a una sala deportiva bien equipada, cuentan con apartamentos para las visitas conyugales y disponen de una clínica.”Buscamos la forma de que los beneficiarios tengan la sensación de que son gente normal y de que todavía tienen una oportunidad de reinsertarse en la sociedad”, explica Abu Maghayed. Añade que el centro se abstiene de calificarlos de prisioneros o de detenidos.
‘Resultados’
Arabia Saudita es acusada desde hace tiempo de exportar una doctrina sunita radical conocida como wahabismo pero el príncipe heredero Mohamed bin Salman (conocido como MBS) intenta actualmente restar poder a los clérigos ultraconservadores en este país que ha sufrido varios ataques atribuidos a extremistas.
“MBS” acaba de lanzar en Riad una coalición militar de 40 países musulmanes para “borrar el extremismo de la faz de la tierra”.
El centro de rehabilitación, por el que desde 2004 pasaron más de 3,300 yihadistas, incluidos varios exprisioneros de Guantánamo, cuenta con una “tasa de éxito de 86%”, se vanagloria Abu Maghayed.
Se trata, según él, de la proporción de “beneficiarios” que no volvieron a caer en el yihadismo diez años después de su salida. Entre los demás, añade, algunos han dado señales “de comportamiento descarriado” y sólo un hombre ha recaído.
Un experto estadounidense en terrorismo, que ha estudiado de cerca el programa, estima que el nivel de recaída es más alto. Se basa en informaciones de prensa que señalan la aparición de expensionistas en los campos de batalla yihadistas.
Otro experto, John Horgan, de la Georgia State University en Estados Unidos, explica a la AFP que “es imposible saber cuál es el valor añadido de este programa” pero “hay que aplaudir a los saudíes por haber intentado algo distinto. Fueron unos de los primeros en probar una ‘terapia de la palabra’ con terroristas”.
Durante la visita, la AFP fue autorizada a entrevistar a algunos “beneficiarios”, pero no quisieron hablar.
‘Ideas contra ideas’
Algunos expertos se oponen a este “método suave” que consiste en tratar a yihadistas con delitos de sangre, pero las autoridades saudíes insisten en que no impide que se les pueda sancionar.
Los que no cambien tras haber pasado tres meses en el centro quedan de nuevo sometidos al “procedimiento judicial” normal, asegura Abu Maghayed.
Pero “no se puede frenar el terrorismo por la fuerza”, aduce Ali al Afnan, un psicólogo del centro. “Sólo las ideas pueden combatir las ideas”.
El centro trata de dificultar la recaída en la violencia fomentando los vínculos familiares y el matrimonio. También recurre a la terapia a través del arte.
La comparación de los cuadros pintados al comienzo de la estancia con los realizados más tarde sirve para medir la evolución psicológica de los pensionistas, explica Abu Maghayed.
Este último muestra uno de los primeros lienzos de un hombre que, según él, traduce unasombría “mentalidad de Guantánamo” con manchas anaranjadas, el color del traje de los presos del centro de detención estadounidense.
En un cuadro posterior, las pinceladas y los colores representan la esperanza, según él.
En plena entrevista de la AFP, Afnan, el psicólogo, responde a una llamada de teléfono. Es un arrepentido, actualmente casado y con varios hijos, que pide consejo para reanudar estudios universitarios, dice.
“Este hombre es nuestro modelo”, declara el psicólogo. “Un bello ejemplo del motivo por el que la gente merece una segunda oportunidad”.