La violencia se desbordó ayer de nuevo en París, con escenas de auténtica insurrección que no se recordaban en la capital francesa desde Mayo del 68. Las elegantes avenidas que confluyen en el Arco Triunfo fueron testigos de la quema de decenas de vehículos y la destrucción y el saqueo de comercios, con las fuerzas antidisturbios –4.000 efectivos– y los bomberos sobrepasados por la magnitud y la virulencia de la revuelta.
Los chalecos amarillos, ese movimiento que surgió para contestar la ecotasa de los carburantes y se ha convertido en catalizador de un profundo malestar social, habían anunciado “el tercer acto” de su protesta en París (el tercer sábado consecutivo). Como signo de distensión, el ministerio del Interior dijo que iba a tolerar esta vez que entraran en los Campos Elíseos, si bien se instalarían controles.