La situación fue extrema para los 33 mineros de Chile que quedaron atrapados en 2010 a cientos de metros de profundidad.
A pesar de que eran obreros acostumbrados a bajar a esas profundidades, saber que estaban enterrados a 750 metros de la superficie tras el colapso de la mina San José los hizo entrar en una situación de desesperación.
Es por eso que uno de aquellos mineros rescatados, Luis Urzúa, dice que no puede imaginarse lo duro que ha sido el caso de los 12 niños y su entrenador encontrados tras 9 días desaparecidos en una cueva en Tailandia.
“Es difícil, es muy difícil la situación”, dice Urzúa a BBC Mundo. Y aún más si se tiene en consideración que ni los adolescentes ni el entrenador de 25 años están habituados a esos espacios.
“Lamentablemente, los jóvenes tienen un poco menos de fuerza para soportar este tipo de cosas”, dice este experimentado minero de 62 años.
Luego de 9 días en la compleja cueva Tham Luang Nang Non, una gran operación de salvamento encontró este lunes al grupo de adolescentes a una profundidad de más de 800 metros.
Esta martes, los servicios de emergencia tailandeses difundieron un nuevo video en que se ve a los niños envueltos en mantas. En las imágenes, saludan y aseguran encontrarse en buen estado de salud.
Pero las inundaciones y colapsos de rocas en la zona producto de las lluvias han impedido la evacuación hasta ahora. Y, de hecho, el rescate podría demorar semanas o incluso meses.
Tras su experiencia, Urzúa sabe muy bien lo que es pasar por una situación similar. Por ello, apunta a tres claves de supervivencia bajo condiciones en las que el paso del tiempo merma la salud y el ánimo de hasta los más entrenados.
1. Atención integral absoluta
En 2010, los 33 mineros entre los cuales estaba Urzúa como jefe de turno quedaron atrapados durante 70 días debido al derrumbe de la mina San José.
De su experiencia sabe que el haber localizado al grupo tailandés es apenas la mitad de la misión completada.
Pero ahora viene la enorme tarea de generar las condiciones de seguridad adecuadas para traer a los jóvenes al exterior desde la enorme profundidad en la que están.
Algo que podría demorar semanas y hasta meses, como han revelado las autoridades.
Tan solo buzos profesionales han podido acceder al lugar en que se encuentran debido a las inundaciones en la cueva generadas por las lluvias.
Mientras eso no ocurra, la atención a las condiciones físicas y emocionales es fundamental, considera el minero Luis Urzúa.
“Es muy importante la parte logística de la gente que pueda ayudar a que los niños estén estabilizados como corresponde”, explica el minero.
“La contención es fundamental para este tipo de situaciones. Ahora llega la parte psicológica, de alimentación, todo un trabajo que a lo mejor nadie lo ve, pero que es un trabajo muy importante que hacen los médicos, los psicólogos, la gente que tiene que apoyar en ese tipo de cosas”, añade.
Las personas privadas de alimentos por largo tiempo pueden sufrir efectos negativos si no se supervisa la alimentación que reciban después, y padecer trastornos como insuficiencia cardíaca. Incluso pueden llegar a un estado de coma, según los expertos.
Un grupo de 11 buzos -entre ellos, especialistas en salud- ha estado en contacto con los menores y su entrenador mientras continúan los esfuerzos por encontrar la mejor vía para evacuarlos.
2. Conservar el estado de ánimo
Los niños ya pasaron por el miedo que genera la incertidumbre de saber si serían o no encontrados.
Aunque les reconforta saber de sus familias y de todo lo que se está haciendo para conseguir su rescate, llega un segundo golpe psicológico que puede ser igual de estresante: saber que su salida no será de inmediato.
Eso le pasó a Urzúa y sus compañeros en 2010.
“Nosotros también tuvimos esa situación, se dijo que demoraría cuatro o cinco meses (el rescate), recuerda.
“Ahí también se nos cayeron (anímicamente) varios de los mineros, porque el hecho de que llegó una sonda con nosotros, muchos pensaron que ya estábamos salvados”, dice el minero.
Los mineros estuvieron atrapados 70 días desde el derrumbe. Tenían relación con el exterior mediante una sonda abierta por un boquete de 12 centímetros, solo suficiente para ingresar alimentos y mantener la comunicación.
Y esta es una de las claves: conservar la fortaleza mental a través de la comunicación, más tratándose de niños.
“Es muy importante la parte logística de la gente que pueda ayudar a que los niños estén estabilizados. Su juventud, bajo una situación extrema, lleva a una parte psicológica. Es muy importante manejarla como corresponde”, señala Urzúa.
Hasta ahora, los niños se han mostrado en buen estado de ánimo.
Pero conforme pase el tiempo, el estado mental de los menores y su entrenador puede ir decayendo.
“Siempre y cuando se adapten al ambiente y no perciban la situación como un riesgo que amenaza su vida, los adolescentes estarán bien”, dijo a BBC Mundo la doctora Sarita Robinson, de la Escuela de Psicología de la Universidad de Lancaster, Inglaterra.
3. Conservar un buen ambiente
Los niños fueron encontrados en una cavidad de la cueva en la que están relativamente a salvo, pues está sobre el nivel del agua.
Las inundaciones producto de las lluvias no alcanzan ese punto ubicado cerca de un espacio llamado “playa Pattaya”, nombrado así por un famoso resort de Tailandia.
Tener condiciones confortables es complicado.
El lugar donde se encontraban tiene una temperatura relativamente cálida, de unos 26°C, lo que evitó una posible hipertermia o hipotermia.
Asimismo, aunque el agua de la inundación que los rodea no es potable, sí lo es la que cae a chorros por las paredes de la cueva, que fue fundamental para impedir su deshidratación.
El minero Luis Urzúa recuerda que en 2010 él y los otros mineros estaban en un espacio similar, aunque con condiciones de terreno diferentes: “Prácticamente no podíamos hacer nada para poder movernos de donde estábamos”.
“Dentro de eso, el conversar, el hablar bajo tierra, son cosas que nos fueron dando las pautas para ir en el día a día haciendo cosas para nosotros mismos”, recuerda el minero.
En el caso de los niños tailandeses, la labor del entrenador para prolongar la supervivencia hasta que los encontraron debió ser fundamental, considera Urzúa.
“Yo creo que la gestión que hicieron los líderes que estaban adentro, el profesor (entrenador) o alguno de los compañeros, han sido muy importantes para soportar estos 9, 10 días hasta que los encontraron”, dice el minero.
Y mientras los rescatistas no encuentren la vía de escape segura, mantener el espacio adecuadamente será clave. Y que nunca decaiga la esperanza de salir.
“Eso también es parte de la experiencia que es muy emotiva que nosotros podemos contarlo hoy en día: estábamos esperanzados de salir“.