Murió a los 95 años, pleno de achaques pero con la mente lúcida, un personaje histórico de la Iglesia, gran teólogo, que durante cuarenta años estuvo en primera línea en las cumbres del Vaticano.
Primero, desde 1981, como cardenal Guardián de la Ortodoxia doctrinaria y de la disciplina eclesiástica. Joseph Ratzinger era el hombre de confianza de san Juan Pablo II, en la práctica el número dos de la Iglesia por su importancia e influencia en el largo pontificado de 26 años de Karol Wojtyla.
El Papa polaco lo encaminó a su sucesión nombrándolo Decano del Sacro Colegio de Cardenales, lo que le permitió en 2005 guiar a los 115 cardenales que lo eligieron en dos días en la Capilla Sixtina con el nombre de Benedicto XVI. Una vez más se demostró que no es cierto el dicho que asegura: el que entra Papa al Cónclave sale cardenal.
. Joseph Ratzinger era el hombre de confianza de san Juan Pablo II. Foto: AP
La renuncia
Tras ocho años de pontificado conservador, Ratzinger renunció el 28 de febrero de 2013, una decisión meditada durante mucho tiempo.
Confesó una vez que decidió dimitir en agosto de 2012, cuando se dio cuenta que ya “no tenía fuerzas físicas y psíquicas para proseguir” . En 1991 había sufrido un derrame cerebral, un mal de familia, que en dos años le hizo perder la visión del ojo izquierdo. Tenía también otros achaques a los que logró sobrevivir largamente.
En 2012, Ratzinger pensó en renunciar cuando se dio cuenta que ya “no tenía fuerzas físicas y psíquicas para proseguir”. Foto: Reuters
2005-2013, 2013-2022. Son los números de un Papa “doble”, primero sentado en la catedral de San Pedro, después Emérito, título que se dio el mismo Ratzinger con la bien organizada renuncia de este meticuloso alemán de Bavaria.
El nazismo y la II Guerra
Nació el 16 de abril de 1927 en Marktl, Baviera, en una familia de profundas convicciones católicas. Su padre Joseph era oficial de la gendarmería. Clave el papel de su madre María Peintner, que se ocupaba de la casa y de los tres hijos: además de Joseph, el mayor Georg y María.
El catolicismo militante de los Ratzinger los blindaba contra el nazismo. Joseph entró al seminario a los 11 años y en 1941 fue obligado a inscribirse en las juventudes hitlerianas.
Imagen de 1951 muestra a Georg (izq.) y Joseph Ratzinger, en Frisinga, sur de Alemania. Foto: AP
“Reniego de aquel reino del ateísmo y la mentira que fue el nazismo”, dijo al terminar la guerra. En 1943 fue movilizado y combatió en la Segunda Guerra Mundial en una unidad antiaérea que protegía una fabrica de la BMW.
Hecho prisionero por los aliados al concluir la guerra, fue internado en el campo de Ulm en 1945, hasta que pudo volver a casa.
Desde 1946 a 1951 estudió teología y filosofía en la Academia de Frinsinga y en la Universidad de Munich. Rápidamente demostró condiciones brillantes y en 1952 comenzó a dar clases en el seminario de Frisinga.
El 29 de junio de 1951, a los 24 años, fue ordenado sacerdote junto con su hermano mayor Georg, a quién estuvo toda su vida estrechamente vinculado. Georg lo llamó siempre “Kinder”, nene.
En 1959, el futuro pontífice se incorporó como profesor a la Universidad de Bonn. Dio una conferencia inicial brillante sobre “el Dios de la fe y el Dios de la filosofía”. Sus clases eran muy seguidas. En 1963, la fama de buen teólogo lo llevó a la Universidad de Munster.
Ratzinger fue un protagonista joven del Concilio Vaticano II como asesor teológico del cardenal Josef Frings de Colonia. Sus ideas entonces lo acercaban a los progresistas. Defendió los documentos conciliares a partir de Nostra Aetate, que defendió el derecho a la libertad religiosa. Fue calificado como “reformista convencido”.
Admirador entonces de Karl Rahner, ideólogo de la Nueva Teología, él también defendió la reforma de la Iglesia y se propuso abrir nuevas ideas teológicas. Pronto se dio cuenta que con Rahner “vivíamos en dos planetas diferentes”.
La teología de Ratzinger se orientó definitivamente hacia las Escrituras y los Padres de la Iglesia.
Su creciente fama lo trasladó esta vez a la Universidad de Tubinga, donde conoció e hizo amistad con el gran teólogo de los progresistas Hans Kung, fallecido en 2021, con quien sostuvo durante el resto de su vida fuertes confrontaciones.
La contestación de la marea juvenil de izquierda en Europa conquistó a los jovenes universitarios alemanes, que en Tubinga daban una línea marxista al movimiento. Hubo grandes disturbios en abril y mayo de 1968.
Joseph Ratzinger prefirió volver a su Baviera natal y encontró en el ambiente menos reformista de la Universidad de Regensburg el clima que buscaba. En 1972 fundó la revista Communio con Hans Urs von Balthasar, Henry de Lubac y otros teólogos de nota.
Arzobispo y cardenal
Desde Roma, el Papa Pablo VI, de refinada cultura, siguió todos estos movimientos agitados en el mundo católico alemán. Leyó mucho de lo que publicaba Ratzinger y el 24 de marzo de 1977 lo nombró arzobispo de Munich, la capital bávara.
En junio lo creó cardenal. En 1977, en el Sínodo Mundial de Obispos dedicado a la catequesis, conoció al arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla. Nació una amistad que hizo historia.
Wojtyla coincidía con lo que Ratzinger afirmaba en el Informe sobre la Fe, un libro que se vendió mucho en Europa. Consideraba que con el Concilio Vaticano II se había abierto un período católico en lo que Ratzinger estimaba como una interpretación superficial del catolicismo, que apuntaba a todo lo novedoso por efímero e inconsistente que fuera.
Imagen de 1978 del papa Juan Pablo II y su amigo el entonces cardenal Ratzinger. Foto: AP
Ratzinger arremetió contra el relativismo, su caballito de batalla teológico durante el resto de su vida, “que pone en cuestión la idea de verdad dogmática y moral”. También denunció el empobrecimiento de un culto profundo que supuso el abandono de una liturgia impregnada de las tradiciones de la Iglesia.
El resultado es que el cristiano occidental “vive hoy en una era neopagana” y hay que resistir los intentos de una reforma estructural de la Iglesia”.
Al Frente de la “sagrada inquisición”
Los católicos avanzados lo combatieron desde entonces. Pero lo que pregonaba Ratzinger le valió la confianza de Juan Pablo II, que en el 25 de noviembre de 1981 lo nombró prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el viejo Santo Oficio y antes la Sagrada Inquisición.
Ratzinger se convirtió hasta la muerte de Karol Wojtyla en su más importante y apreciado colaborador.
En la Iglesia fueron brotando escándalos sobre abusos sexuales de menores por parte de los sacerdotes que hasta hoy atormentan a una institución que sostiene su intrínseca santidad.
En Estados Unidos, centro principal de los conflictos de abusos, Ratzinger fue embestido por acusaciones de cobertura a culpables. La Congregación para la Doctrina de la Fe se ocupa también de la disciplina, reminiscencia de su pasado que llega a la Inquisición.
En 2010 The New York Times dijo que había sido culpable de encubrir al sacerdote norteamericano Lawrence Murphy, sospechoso de haber abusado de 300 niños sordos. La Santa Sede negó la complicidad y explicó que se había enterado del caso veinte años después del estallido del escándalo.
Mucho peor, el escándalo del sacerdote mexicano Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, una poderosa orden de derecha. Maciel abusó de niños y seminaristas, era padre de dos hijos y tuvo dos parejas. Manejaba miles de millones de dólares y sabía comprar el silencio.
Juan Pablo II bendice a Marcial Maciel en 2004. Foto: AP
El escándalo Maciel es el peor que ha sufrido el aparato interno de la Iglesia, porque Juan Pablo II lo defendió siempre. Desconfiaba de estas denuncias porque decía que los comunistas en su país polaco usaban este instrumento de infamia para atacar y debilitar a la Iglesia.
Lo concreto es que hacia el final del pontificado wojtyliano la cuestión era imposible de seguir manejando con ambigüedades. Ratzinger insistió ante Wojtyla que era necesario actuar.
Al final Maciel fue retirado a vida privada, pero no sancionado. Cuando el Papa polaco, en rápida decadencia, entró en el final de su vida, en la Pascua de 2005 se escuchó un extraño comentario en la ceremonia del Vía Crucis en el Coliseo.
“Cuanta suciedad se ha acumulado en la Iglesia”, se oyó comentar por los parlantes y la televisión. La suciedad eran los escándalos sexuales y lo había escrito Ratzinger.
Humo blanco. Ratzinger fue elegido en dos días. Foto: Reuters
Días después falleció Wojtyla quien se había comprometido con muchos preocupados cardenales a tomar en sus manos el tema. Este compromiso aumentó sus posibilidades. Era el favorito cantado y además presidió todos los actos previos a la elección en la Capilla Sixtina. Ratzinger en dos días fue elegido.
Se supo después que el cardenal argentino Jorge Bergoglio había sido su único competidor, apoyado por el ala progresista y su líder el cardenal Carlo María Martini.
Vaticano, corresponsal