No hay un solo día que no la piense, y aunque algunas veces puede hablar de ella con una sonrisa, hay otros en los que simplemente las lágrimas le impiden articular palabras.
Tras ocho meses de acogerla en su vientre y preparar con esmero su ropita y cada detalle de la que sería su habitación, las taquicardias y contracciones de una madrugada de abril del año pasado obligaron a que los médicos de Steffany Cruz le indujeran un parto por cesárea del que despertó pasadas las seis de la tarde, luego que su presión arterial se disparara hasta 150/200.
Pese a su prematuridad, su bebé, Laura Sofía, nació con un peso normal de 7 libras, pero con una anomalía congénita llamada atresia esofágica grado III, que se manifiesta con la imposibilidad de pasar alimentos de la boca al estómago y dificultades respiratorias, que le fue detectada horas después de su nacimiento.
“Luego de varios intentos de cirugía y una lucha constante de parte de mi bebé para sobrevivir, diez días después no ganamos la batalla y fue el 1 de mayo cuando la vida me dio el golpe más duro que he podido recibir: el fallecimiento de lo más hermoso que Dios me había dado y que a la vez me arrebató. ¿Por qué no hay más fotos? Nunca la tuve en casa y solo la cargue dos veces: el primer y último día”, narra con resignación la joven periodista, quien se medicaba contra la hipertensión desde el tercer mes de embarazo y polihidramnios severo, o presencia excesiva de líquido amniótico, desde el sexto mes en un centro de salud privado.
Lo que podría resultar un hecho aislado es un drama recurrente que destroza las ilusiones de miles de familias dominicanas. Desde enero al 16 de noviembre de este año 2,621 recién nacidos perdieron la vida, en su mayoría por causas evitables y más del 75% de las veces, antes de haber cumplido los 28 días.
Las autoridades han identificado el síndrome de distrés respiratorio, sepsis neonatal o infecciones, asfixias y anomalías congénitas, entre las causas más frecuentes de muertes neonatales, que en los últimos diez años han provocado la muerte a 31,624 bebés que pasaron a engrosar las estadísticas que sitúan a la República Dominicana al mismo nivel que Haití y países africanos de desarrollo humano bajo, pese a haber escalado a la categoría de renta media.
Las muertes infantiles superan por mucho a las registradas en accidentes de tránsito, que en los últimos 16 años han dejado un saldo fatal de 27, 816 fallecidos, según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE). “Perder un hijo no es cosa de olvidar, nos marca la vida, más allá de una cicatriz en el cuerpo. La herida que duele es la del alma”, dice amargamente la madre de Laura Sofía, quien soñaba con haber podido escuchar la palabra mamá de labios de su niña.
Muertes bajan un 23%
Esa triste realidad que avergüenza y lastima a todo un país, incluyendo a sus propias autoridades sanitarias, ha comenzado a cambiar desde hace poco más de un año, tras la adopción de un conjunto de medidas que van a la raíz del problema, logrando que a la semana epidemiológica 46, se aprecie una reducción de la mortalidad infantil de un 23 por ciento que le ha valido el reconocimiento de organismos internacionales como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Esto significa que 604 bebés lograron zafársele a la muerte y no ingresaron a las estadísticas de la Dirección General de Epidemiología (Digepi) que para el mismo periodo del año pasado registraba 3,225 defunciones.
“Nos sentimos satisfechos al ver los resultados del trabajo que se viene realizando para elevar la calidad de la atención materna y neonatal. Sobre todo porque durante los últimos 20 años la mortalidad neonatal se ha estancado en niveles por encima de 20 por 1,000 nacidos vivos, lo cual comparado con otros países y el promedio en América Latina y el Caribe coloca al país en el segundo lugar con la mortalidad más alta, estando Haití en primer lugar entre todos los países de América Latina y el Caribe”, afirma la doctora Sara Menéndez, Oficial de Supervivencia, Desarrollo Infantil y VIH/SIDA de Unicef en el país desde el 1991.
¿Qué se está haciendo?
Entre las medidas implementadas por el Servicio Nacional de Salud (SNS) se encuentra la designación y capacitación del personal en cuidados neonatales, así como la observación y monitoreo al cumplimiento de protocolos de atención, a través de acuerdos con diferentes entidades internacionales como Project Hope, la Sociedad Iberoamericana de Neonatología (Siben), Unicef, entre otras.
Según el SNS en menos de un año se han impartido capacitaciones a más de 500 colaboradores del área neonatal; médicos y enfermeras en prevención de infecciones y protección del neurodesarrollo, terapia respiratoria, cuidados neonatales para residentes y enfermería neonatal, entre otras, incluyendo, visitas a hospitales para analizar casos específicos.
De igual manera, el SNS ha contratado más de 1,500 nuevos especialistas para hacer más eficientes los servicios en las áreas de consulta prenatal, preparto, parto, atención inmediata al recién nacido, post-alumbramiento y lactancia materna de los hospitales de la Red Pública.
Menéndez explicó a elCaribe que la tarea de Unicef se ha concentrado en el diseño e implementación de una iniciativa de mejora continua de la calidad y humanización de los servicios de atención denominada ‘Madres y Recién Nacidos Bien Cuidados’. “En el marco de esta iniciativa se diseñó una metodología, conjuntamente con el Ministerio de Salud y el Servicio Nacional de Salud, y unas herramientas basadas en los protocolos y normas nacionales para la observación de la práctica clínica en las áreas de control prenatal, preparto, parto, post parto y recién nacido”.
Este proceso conlleva visitas de seguimiento y acompañamiento a los hospitales para verificar que se cumplen las actividades y la retroalimentación técnica correspondiente.
La especialista reveló que una evaluación formativa de la iniciativa por una firma de consultoría internacional independiente evidenció una asociación directa entre la reducción de la mortalidad materna y neonatal con el nivel de cumplimiento de los estándares de calidad.
“Estos resultados permitieron realizar la abogacía con el Servicio nacional de Salud y es en el segundo semestre de 2018 que el SNS la oficializa como parte de su estructura orgánica, lo cual ha facilitado expandir la iniciativa de cinco a 24 hospitales que tienen servicio de maternidad”, detalla Menéndez.
Auditorías forenses en la Maternidad
Esa experiencia la han vivido de cerca en la Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia, en donde se registra la mayor tasa de nacimientos del país, con un promedio anual de 17 mil partos y cesáreas, y cuya gerente del departamento de Perinatología, explica que una de las estrategias implementadas para reducir los decesos consiste en hacer auditorías forenses en cada caso para determinar cuáles muertes eran evitables y cuáles no, para así corregir los posibles errores si los hubiera, “Incluso con régimen de consecuencias cuando no se siguen los protocolos”, asegura la doctora Yolanda Grullón.
Detalla que el análisis de la mortalidad no puede hacerse desde el punto de vista de los grandes números, si no más bien, analizando la causa de cada muerte, “¿Por qué? No es lo mismo un recién nacido prematuro extremo, que un recién nacido con anomalías congénitas, ni uno con sepsis temprana, que otro con insuficiencia respiratoria por asfixia perinatal”, explica.
Grullón asegura que en ese centro de salud ha habido una reducción de las muertes en un 55 % en el 2018 y en lo que va del 2019 gracias a la designación de más personal médico y de enfermería y el equipamiento de nuevas áreas tras la reconstrucción del hospital. “Otra cosa que nos ha ayudado es el acompañamiento técnico y académico de la Sociedad Iberoamericana de Neonatología (SIBEN) a través del convenio con el SNS. Y sin lugar a dudas, el compromiso de todos los que estamos trabajando para bajar estos indicadores”, subraya.
Capacitan enfermeras obstétricas
La doctora Sara Menéndez explica que, conjuntamente con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y Project Hope, Unicef apoya la capacitación de la primera cohorte de enfermeras obstétricas y neonatales como una estrategia para elevar la profesionalización del personal de enfermería.
El programa, que inició en marzo de este año, seleccionó a un grupo de enfermeras que están recibiendo capacitación en aspectos centrales de Salud Sexual y Salud Reproductiva y específicamente en la atención brindada a la mujer durante el embarazo, el parto y el período post-parto, así como a su recién nacido. Esta capacitación es desarrollada por el Departamento de Promoción de la Salud de la Mujer y el Recién Nacido de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y el acompañamiento de la doctora Virginia Camacho, asesora técnica de Unfpha para América Latina y el Caribe.
Otro de los programas implementados es el denominado Mamá Canguro, en colaboración con Unicef que se inició en el año 2009 en el hospital San Vicente de Paúl y se extendió a otros siete hospitales.
Una alianza para reducir la tasa de mortalidad materno- infantil
En mayo de este año, el Ministerio de Salud lanzó la Alianza Nacional para la Aceleración de la Reducción de la Mortalidad Materna e Infantil que se ha propuesto que en el 2030 la mortalidad infantil se reduzca a menos de 18 por cada mil nacidos vivos; la neonatal a 12 por mil y la materna a 70 por cada 100 mil.
Asimismo, ha trabajado en la producción de varias guías y protocolos para estandarizar la práctica clínica en hospitales y clínicas, así como en la articulación de una iniciativa para el acompañamiento de embarazadas en situación de vulnerabilidad que, en una primera etapa, abarcará a las gestantes residentes en los barrios vulnerables de la zona Norte de la capital que tendrán garantizados medicamentos, suplementos nutricionales y seguimiento a su estado a través de la aplicación celular “Mi bebé mi vida”.