Campaña de la DGT en carreteras secundarias para reducir la siniestralidad EFE

Nadie recomienda conducir fumado. A pesar de que el proceso de legalización de algunas drogas ya lleva años en marcha, aún no está claro en qué medida los conductores que hayan consumido marihuana suponen una amenaza para la salud pública y qué respuesta merecen por parte de la administración. Si son una amenaza, nadie sabe qué hacer con ella.

El contenido de alcohol en sangre y su consecuente disminución de la capacidad de atención suelen ocurrir en paralelo. El alcohol se elimina de manera relativamente rápida del cuerpo. Los exámenes que lo detectan a través del aliento son un modo rápido y no invasivo de saber si un conductor está borracho.

Pero detectar conductores bajo los efectos del cannabis no es tan fácil. Por ejemplo, en Colorado (EEUU) el límite permitido de consumo se sitúa en cinco nanogramos de THC —principio activo del cannabis— por cada miligramo de sangre. Sin embargo, no existe una correlación lineal entre la concentración de THC en sangre y la incapacidad para conducir y, además, para que cualquier examen sea realmente preciso es necesaria una muestra de saliva o sangre.

El THC permanece semanas en el flujo sanguíneo. Así que en comparación con el alcohol su presencia no es tan determinante a la hora de definir el estado en el que se encuentra el conductor. Esta complicación es la que plantea retos a la hora de evaluar la relación entre legalización y seguridad vial.

En algunos lugares se han aprobado leyes que marcan como prohibidos ciertos niveles de concentración de THC en sangre independientemente del estado y capacidad que muestre el conductor. El resultado es que mientras el consumo de marihuana puede disminuir la habilidad al volante, los datos que ofrece un informe elaborado en 2017 por la institución que regula la seguridad en las autopistas en Estados Unidos sugieren que la posibilidad de verse implicado en un accidente tras haber consumido cannabis son bastante menores que después de beber alcohol.

La explicación más habitual es que el alcohol suele provocar agresividad, lo que hace tender a los accidentes. Sin embargo, el cannabis produce que la conducción sea incluso demasiado lenta de manera que, aunque suele ser ilegal conducir bajo sus efectos, no está definido que hacerlo constituya un problema grave ni que el enfoque adoptado por la Policía sirva de mucho. Al mismo tiempo, esto no significa que se deba obviar que los lugares en los que el consumo de cannabis es legal hay que plantearse el tema y hacer algo al respecto.

El pasado mes de octubre, antes de legalizar el uso recreativo de marihuana, Canadá aprobó el uso de un sistema de detección de THC en la saliva, el Dräger DrugTest 5000. Sin embargo, se ha cuestionado su efectividad porque ofrece tanto falsos positivos como falsos negativos y cuando la medición es correcta tampoco puede señalar la capacidad concreta de cada conductor para situarse al volante. Otro problema es que solo funciona en temperaturas entre los 4 y los 40 grados centígrados. Por lo que durante el largo invierno canadiense es inútil.

El país acaba de aprobar un segundo test para detectar el THC en la saliva, Abbot SoToxa. Seis meses después de la legalización, la Policía Federal de Canadá ha reconocido que no ha detectado ningún incrementoen el número de denuncias por conducir bajo los efectos del cannabis.

Pero la gente sigue conduciendo colocada. Eaze, un servicio de entrega a domicilio en California, llevó a cabo una encuesta entre sus usuarios para conocer qué medios de transporte solían utilizar y descubrió que el 64% de los consumidores conduce en la hora siguiente al consumo. No hay consenso entre los propios consumidores cuando se trata de señalar la cantidad de cannabis que no afecta a una conducción segura. Sí reconocen, por ejemplo, que cuando hay un menor en el vehículo evitan conducir en este estado.

La encuesta va más allá. De los adultos que consumen y conducen, el 77% está convencido de que no afecta a su capacidad al volante y el 16% cree que consumir mejora su habilidades. Los hombres y los jóvenes suelen conducir en las ocho horas posteriores al consumo. Una nueva ley aprobada en California pide que la Policía busque métodos más eficaces y basados en hechos a la hora de detectar y ofrecer un enfoque para dirigirse a la conducción bajo los efectos del cannabis. Mientras eso no suceda, este sigue siendo uno de los aspectos de la legalización de la marihuana que sigue planteando más preguntas que respuestas.