Fueron tal vez los únicos instantes de paz que se vivieron en el multitudinario funeral de Diego Armando Maradona. Un grupo de familiares y amigos acompañó el féretro del astro argentino hasta la fosa, cubierta por una carpa, en la que reposará, quien sabe si para siempre, en un cementerio de la periferia de Buenos Aires.

Atrás quedaban horas desgarradoras de caos y dolor en las que todo un país lloró la pérdida de su ídolo, fallecido el miércoles de un paro cardiaco a los 60 años de edad. Miles de forofos le acompañaron hasta las mismas puertas del camposanto. Muchos dejaron la tristeza a un lado para despedirlo con alegría, como si acabara de sumar una copa más a su galería de trofeos. Para todos, fue un jugador irrepetible.

“Estoy aquí despidiendo al más grande. Al mejor del mundo. Ayer se murió el fútbol. Se fue una gloria”, decía uno de los asistentes.

“Estoy acá por eso. Porque es el más grande de todos los grandes y no hay nadie que lo pueda igualar”, añadía una seguidora.

El brasileño Pelé, rival eterno de Maradona por el cetro del mejor jugador de la historia del fútbol, le envió una corona de flores con la leyenda : “Dios le dio el genio, el mundo le dio su amor”. La ofrenda llegó directamente al cementerio, ya que el caos reinante en Buenos Aires le impidió hacerlo a la Casa Rosada, donde fue velado el cuerpo de Maradona desde las 06:00 de la mañana.

A pesar de la pandemia y de las normas de distanciamiento social, cientos de miles de personas esperaron durante horas en largas colas para poder decirle adiós. Cuando la policía cerró la fila para proceder al entierro, el mundo se les vino encima a muchos de los que estaban allí.SPONSORED CONTENTEV Charge: Electric mobility accessible wherever and whoever you are!Total is committed and investing in the development of electric mobilityAd by Total 

La capilla ardiente fue trasladada a otra sala, se suspendió y se alargó otras tres horas. Todos querían despedirse de Diego… en medio de una tensión creciente se desataron disturbios y hubo varios heridos. Fue la cara amarga de un adiós desesperado que muchos argentinos tardarán en aceptar.