Los musulmanes celebran el fin del Ramadán bajo la sombra del coronavirus.
Tras meses de mezquitas cerradas, algunas de ellas han vuelto a abrir a pesar de la pandemia, para celebrar en final del mes de ayuno que observan unos 1.800 millones de musulmanes en todo el mundo.
Un largo encierro que les ha obligado a reinventar su forma de practicar el Ramadán.
“Las mezquitas fueron cerradas y no se podía acceder a ese lugar en el que unirse en oración durante el Ramadán, por lo que hemos tenido que rezar en casa y hacer el iftar, es decir romper el ayuno, de manera virtual con amigos y familiares a través de Internet. Ade más las obras de caridad hacia familias necesitadas se hicieron a través mezquitas que recogieron comida y alimentos para ayudar a los más pobres”, explica Zara Mohamed, líder del Consejo Musulmán del Reino Unido.
En Nigeria, la policía se ha asegurado de que en las mezquitas hubiera un acceso seguro con mascarillas obligatorias y gel desinfectante para protegerles del Covid-19. Al tiempo que decenas de miles de mendigos fueron evacuados de las grandes ciudades para evitar la propaga ción del virus.
En Jerusalén, la mezquita de Al-Aqsa, el tercer sitio más sagrado del Islam, permanecerá cerrada hasta después de la fiesta.
Las tiendas de la Ciudad Vieja, que llevan desde marzo sin turistas ni peregrinos, presentan regalos y dulces para la festividad del Eid al-Fitr.
Y en Afganistán, la multitud se agolpaba en los mercados a pesar de las medidas de cuarentena, ignoraron las reglas de distanciamiento social para evitar la propagación del Covid-19.
Calles y carreteras desiertas, sin embargo, en Argelia, ya que el gobierno ha prohibido los desplazamientos, para evitar fiestas y reuniones familiares.
Los expertos han advertido que podría haber nuevos focos de infección.