En la parte superior, el océano es azul. En el fondo, donde no llega la luz, es negro. Y entre una parte y otra —una extensión entre 200 y 1.000 metros de profundidad— se halla la zona de penumbra, un espacio misterioso también apodado “la dimensión desconocida”, como el programa de televisión. Allí existe una abundante vida marina, de la que apenas si se sabe algo. Hay más peces que en todas las franjas de pesca del mundo combinadas. Y por primera vez un equipo de científicos los sacó a la superficie.
“Esta región del océano está realmente muy poco explorada”, dijo a The New York Times Heidi Sosik, bióloga de Woods Hole Oceanographic Institution (WHOI), quien dirige el proyecto The Ocean Twilight Zone. “Pero cuanto más aprendemos, parece ocupar un lugar más interesante y más importante en todo nuestro ecosistema“.
Según explica el sitio de la exploración, todos los habitantes de la zona de penumbra —cuyo nombre es zona mesopelágica— se han adaptado al ambiente extremo. “Muchos animales pueden producir su propia luz —algo llamado bioluminiscencia—, que usan para camuflarse, espantar a los depredadores o incluso atacar a sus presas“.
La mayoría de la vida en la dimensión desconocida es de pequeño tamaño, de 10 o 15 centímetros, pero algunos ejemplares, como los sifonóforos, “pueden formar cadenas que se extienden hasta 40 metros, lo cual los ubica entre los animales más grandes de la tierra”. Y los más pequeños tienen otras fuerzas: los gonostomátidos (peces luminosos de aspecto feroz), por caso, son los vertebrados más abundantes de la Tierra.
Los sonares de los barcos no tienen el ancho de banda para distinguir la numerosa cantidad de organismos que viven en la zona de penumbra. Y que son muchos: es tanta la densidad de vida que alguna vez se pensó que era el lecho marino. “Alrededor de 250 especies de mictófidos, o peces linterna, componen mucho de esta densa capa”, explicó JoAnna Klein en su artículo sobre la expedición más reciente de WHOI.
Cada uno tiene el tamaño del dedo índice de una persona; sin embargo, al moverse en cardumen, engañan a los sonares. Para discriminar en su interior, los oceanógrafos llevaron un instrumento llamado Deep-See, del barco Henry B. Bigelow de la Administración Nacional para los Océanos y la Atmósfera (NOAA). Se trata de un sistema de muestreo acústico, óptico y biológico, que integra ecosonares de banda ancha, cámaras holográficas, sensores lumínicos e instrumentos de ADN ambiental, entre otros.
Durante 10 días de agosto, Deep-See detectó una serie de frecuencias que los científicos esperan vincular a imágenes y ADN de manera tal que les permita crear una suerte de diccionario acústico de los habitantes de la dimensión desconocida.
“La acústica es la herramienta más poderosa para crearlo, pero a los fines de hacerlo es necesario saber cómo propagan el sonido estos organismos“, dijo al Times uno de los desarrolladores del sistema, Andone Lavery. Al final de la expedición, los oceanógrafos recolectaron peces linterna con una red de arrastre, y los llevaron sanos y salvos en un acuario para fotografiarlos.
“Algunos de ellos parecen monstruos dementes”, dijo Sosik sobre los gonostomátidos, o peces luminosos. “Pero la mayoría de los que viven en la zona de penumbra son realmente pequeños“. El tamaño es un rasgo de adaptación: como el alimento es escaso, es mejor tener un cuerpo que necesite poco.
Uno que parece puros dientes, Chauliodus sloani, entraría en la palma si alguien se animara a tener en la mano algo de aspecto tan intimidante. “Podríamos considerarlo uno de los depredadores más grandes y feroces allí abajo“, dijo el biólogo Paul Caiger, de WHOI, a cargo de fotografiarlo.
No hay otro animal en el planeta que tenga dientes tan grandes en proporción a su cuerpo. Al cerrarlos, forma una jaula para su comida. “Estos peces pueden no ver presas durante días, así que cuando ven algo no lo quieren perder“, agregó Caiger al periódico.
Para los sternoptíquidos, o peces hacha, el recurso distintivo es su barriga. Tiene órganos luminosos, llamados fotóforos, que emiten puntos brillantes. “Muchos animales en esas profundidades producen su propia luz mediante una reacción química dentro de fotóforos de varias formas, tamaños y funcionamiento”, describió Klein en su artículo.
Cuando detecta depredadores, el pez hacha enciende y regula esas luces según la claridad que se filtra desde la superficie, con el resultado de volverse invisible para quienes lo buscan desde más abajo. “Esta técnica de ocultamiento, llamada contra-iluminación, es el uso más común de la bioluminiscencia en la dimensión desconocida”, agregó la periodista.
Los mictófidos, o peces linterna, convierten sus ojos en lentes enormes cuando la oscuridad es demasiado intensa; en cambio, el Anoplogaster cornuta, o pez de colmillos largos, confía en el tacto para avanzar en el agua: “Prefiere chocar con las cosas”, explicó Caiger.
En realidad lo que toca el entorno es una membrana que se extiende a lo largo de su cuerpo, que cuenta con sensores de presión para detectar objetos, corrientes o animales. Además, este pez está recubierto por una mucosa que mejora su capacidad para identificar químicos a su alrededor.
En lugar de echar un chorro de tinta para escapar de los depredadores, el calamar transparente que habita en las profundidades del océano se pliega sobre sí mismo: esconde los tentáculos y la cabeza en la cavidad de su cuerpo, que está cubierto de espinas, y arroja la tinta en el interior, lo que lo convierte en una bola poco apetecible.
Aunque los seres humanos sólo comienzan a conocer esta riqueza de vida, algunos tiburones, atunes y peces espada han estado al tanto desde siempre. Nueva evidencia científica ha mostrado que estos animales bajan a la dimensión desconocida para alimentarse. “Las capas no están claramente distinguidas”, explicó Sosik. “Están sumamente interconectadas, y los organismos que viven en una reciben la influencia de los que viven en otra“.
Los investigadores continuarán analizando esta zona porque, creen, es posible que juegue un papel importante para regular el clima, al mantener el carbono en los océanos. Y también para comprender mejor las profundidades que generalmente no se pueden ver. “Porque también es asombrosamente interesante”, agregó la oceanógrafa.